Hoy se cumplen 61 años de la muerte del dictador Rafael Leónidas Trujillo

Si la piedra hablara, un recoleto banco de granito del patio del Museo Memorial de la Resistencia Dominicana contaría cómo se preparó uno de los lances más trascendentes de la historia del país, el magnicidio del sanguinario dictador Rafael Leónidas Trujillo el 30 de mayo de 1961.

Muchas noches dio asiento a Antonio de la Maza y Juan Tomás Díaz, dos de los hombres que urdieron el plan para dar muerte al tirano: el «ajusticiamiento», como se conoce al plan que llevaron a cabo los denominados «Héroes del 30 de mayo».

Twitter 上的 LISTINDIARIO:"Pedro Livio Cedeño nunca delató a los que mataron  a Trujillo, relata el doctor José Joaquín Puello https://t.co/oy1C9PeoP2  #ListínDiario https://t.co/th3MGxa18g" / Twitter

LOS HÉROES DEL 30 DE MAYO

Conformaban el grupo el propio Antonio de la Maza, Antonio Imbert, Amado García Guerrero, Salvador Estrella, Huáscar Tejeda, Pedro Livio Cedeño y Roberto Pastoriza, congregados de forma repentina después de que otro de los conspiradores, Miguel Ángel Báez, confirmara que Trujillo se les pondría a tiro esa noche.

Sesenta impactos recibió el Chevrolet azul de Trujillo, siete el cuerpo del dictador.

Manuel Tejeda, hijo de Huáscar, y Carlos Báez, sobrino de Miguel Ángel, compartieron el relato de lo acontecido hace 61 años exactos.

EL «AJUSTICIAMIENTO»

El pueblo dominicano vivió 30 años bajo el régimen del terror conocido como la era Trujillo. Gobernó de 1930 a 1938 y de 1942 a 1952, y utilizó a presidentes títeres de 1938 a 1942 y de 1952 a 1961 para seguir ejerciendo el poder.

Hasta que, a las 9.45 de la noche del 30 de mayo de 1961, su vehículo fue emboscado y tiroteado en el kilómetro 9 de la carretera de Santo Domingo a San Cristóbal.

Ese día era martes, pero era los miércoles cuando el tirano acostumbraba a pasar por ese lugar, de modo que hubo cierta precipitación en la ejecución del plan.

Los atacantes estaban distribuidos en tres vehículos, el primero tenía la misión de iniciar el ataque y los otros dos debían interceptar el carro de Trujillo. A su paso junto a los ajusticiadores comenzaron los disparos y una persecución, quedando rezagado uno de los automóviles.

En pleno tiroteo, con los vehículos ya detenidos, el conspirador Pedro Livio Cedeño se dirigió al carro del dictador pero, al abrir la puerta para sacarlo, Trujillo disparó y lo alcanzó en el vientre con un tiro que lo lanzó hacia atrás.

Desde el suelo, Cedeño pudo ver como el sátrapa, a pesar de estar ya malherido, logró apearse y caminar «dando tumbos». Entonces voceó: «¡Huáscar, se va, tírale el carro encima!», y así ocurrió. Trujillo cayó al pavimento. «Este guaraguao (ave rapaz) no come más pollo», dijo Antonio de la Maza tras rematarlo de un disparo en el mentón, según la narración de Tejeda.

TORTURAS Y EJECUCIONES

En los días siguientes, los hombres que dieron muerte a Trujillo y otros implicados en la trama fueron cayendo en manos de las fuerzas del régimen que, o bien los mataron, o los sometieron a torturas.

Un médico que examinó a Huáscar Tejeda dijo que en su cuerpo no había ni un solo espacio que no estuviera hinchado o amoratado. Para su hijo es demasiado doloroso describir esos tormentos. Detiene su relato, estrangulado por la emoción.

Carlos Báez sí enumera esos horrores, recogidos en el libro «En las garras del terror», que escribió su padre tras padecerlos en carnes propias: hormigas africanas, electrodos en los testículos, el tortor, para ahorcar a las personas; el miembro de toro, para dar golpes. Y, por supuesto, la silla eléctrica.

Los conjurados Huáscar Tejeda, Roberto Pastoriza, Salvador Estrella, Modesto Díaz, Luis Manuel Cáceres y Pedro Livio Cedeño, fueron ejecutados el 18 de noviembre en Hacienda María, en Nigua, San Cristóbal, por orden y con la participación de Ramfis Trujillo, hijo del dictador, que volvió al país procedente de Francia nada más conocer el magnicidio.

«Allá ellos fueron asesinados uno por uno. Los iban sacando de la guagua (autobús), los amarraban a unas matas de coco y los iban matando uno por uno», cuenta Tejeda. «Nunca se supo» qué hicieron con los cuerpos.