¿Estamos al borde de una guerra comercial? Las tarifas arancelarias recíprocas lo sugieren

Durante la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), Donald Trump reiteró su postura sobre la necesidad de implementar un sistema de tarifas recíprocas. Este sistema sugiere que si un país impone aranceles de importación del 15% sobre los productos de Estados Unidos, el país norteamericano aumentaría sus propios aranceles a ese mismo nivel, ya que generalmente estos son más bajos.

Trump ha mantenido una inclinación hacia el proteccionismo, con un enfoque en cerrar la economía, lo que se asemeja al modelo de la Unión Europea (UE), donde, por ejemplo, Francia subsidia a sus productores agrícolas y limita las importaciones que puedan competir con sus productos.

Es importante recordar que las barreras comerciales no solo se limitan a los aranceles. Existen también restricciones como los cupos de importación o las medidas sanitarias. Un ejemplo de esto fue el establecimiento en Argentina en los años 90 de un cupo para la importación de automóviles, que no podía exceder el 10% de la producción local. Así, si el país producía 250,000 vehículos anualmente, solo se permitían importar 25,000, distribuidos entre los representantes de marcas.

La justificación oficial era que en el sudeste asiático se practicaba el “dumping social”, es decir, los trabajadores recibían salarios bajos a cambio de largas jornadas laborales. Sin embargo, aplicar restricciones a los automóviles de países como Alemania, Estados Unidos o Francia carecería de sentido, ya que no se podría argumentar que estos países incurren en prácticas comerciales desleales.

En defensa del proteccionismo, se menciona comúnmente la protección de la industria local y los empleos. Sin embargo, el concepto de “industria nacional” resulta ambiguo, ya que existen empresas tanto nacionales como extranjeras que operan en el país y utilizan el poder estatal para imponer barreras a las importaciones, en su propio beneficio.

Este tipo de lobbies aprovechan al Estado para imponer restricciones que, de implementarse en un contexto privado, serían ilegales, como señala Frédéric Bastiat en La Ley.

Otro argumento para defender el proteccionismo es la necesidad de evitar un déficit en la balanza comercial, lo que implicaría la pérdida de reservas de dólares en el Banco Central. Sin embargo, los dólares que ingresan no pertenecen al país, sino al productor que exporta sus productos, ya sea agrícola, industrial o de servicios. Este tipo de razonamiento refleja una forma extrema de intervencionismo.

Si una persona produce bienes localmente o recibe su salario en pesos y decide comprar dólares para importar productos, tiene el derecho de hacerlo, sin que el Estado restrinja ese derecho. Sin embargo, en nombre de la defensa de la industria local y los empleos, se imponen barreras que elevan los precios y, a veces, reducen la calidad de los productos.

En resumen, el proteccionismo elimina la competencia, lo que permite a los productores vender a precios más altos y, como consecuencia, reduce la calidad de los productos para los consumidores.

La noción de que un país «gana» o «pierde» dólares en el comercio internacional carece de base. Este tipo de pensamiento proviene del mercantilismo, una teoría económica que predominó entre los siglos XVI y XVIII y que se enfocaba en la acumulación de metales preciosos y en mantener una balanza comercial favorable.

Jean-Baptiste Colbert, un funcionario del rey Luis XVI, implementó las primeras medidas proteccionistas con tarifas y restricciones a las importaciones para proteger las industrias locales.

Finalmente, la visión económica de Trump representa un retroceso hacia los principios mercantilistas de los siglos XVI y XVII. El presidente de los EE. UU. ha criticado el déficit de la balanza comercial con países como Argentina, China, Canadá, la UE y México.

El proteccionismo permite a los productores subir precios y perjudica la calidad de los productos. Queda por ver si los aumentos de tarifas impulsados por Trump buscarán que otros países reduzcan sus propios aranceles, o si, por el contrario, desencadenarán una guerra comercial basada en principios mercantilistas.

Si el proteccionismo se globaliza, podría resultar en una menor calidad de los productos y en un aumento del costo de vida en los países que adopten barreras comerciales para frenar la competencia global.