Vínculo entre la depresión y la infidelidad

Un estudio realizado en EE.UU. mostró que los engaños de un integrante de la pareja, provocan en el otro sentimientos de desesperanza, impotencia y derrota, lo que predispone a los estados depresivos.

El compromiso en la pareja comprende cuidarse mutuamente, el respeto, la empatía, y, por ende, sostener y nutrir la base afectiva. Las consideraciones vinculares pueden ser normas generales que se naturalizan como propias, o bien se construyen en el ámbito de cada unión. Los cambios a lo largo de los años han llevado a superar las normas impuestas por la sociedad y las religiones (cumpliendo con una rígida vida marital y familiar) hasta convertirse en un modelo más flexible donde las reglas se construyen en el ámbito de lo privado.

En estos últimos tiempos la monogamia ya no ejerce tanto su poder como antes, permitiendo que las personas puedan poner en discusión esta norma moral, quizá sin transgredirla, pero por lo menos, hablar, fantasear o animarse a romperla con acuerdo previo. El nudo de la cuestión es el consenso.

Las parejas que pactan abrirse a terceras personas deben cumplir con algún tipo de acuerdo para que el vínculo original no se ponga en peligro. La regla sería: podemos estar con otras personas para que nuestro vínculo se nutra de esa experiencia, no para que ponerlo en riesgo.

Se sabe que no toda pareja está preparada para abrirla, es más, tener relaciones abiertas consensuadas con la única intención de salvar un vínculo que hace agua, es dar el paso que faltaba para la ruptura. Por lo tanto, las relaciones abiertas necesitan de un consenso previo basado en vivir nuevas experiencias sobre una base de solidez vincular.

He aquí dos sentimientos que surgen cuando se es infiel: la culpa por faltar a un acuerdo vincular y la valoración de la conducta como un hecho privado, que solo abarca el propio deseo, como si la razón pudiera disociar el hecho: “una cosa es mi relación con mi pareja, y otra cosa es lo que me pasa con un tercero”.

En esta disociación las decisiones personales se ponen al mismo nivel de la unión de compromiso, incluso lo superan, ya que la persona “infiel” defiende su postura individual, aunque no lo diga. En estos tiempos de defensa de lo propio, de la libertad personal dentro de la pareja, la separación entre lo individual y lo compartido se convierte en el modelo a seguir: nadie quiere, como sucedía en las generaciones pasadas, que la unión se convierta en una dependencia mutua. Esta mirada personal sobre el acto infiel está siendo muy frecuente “es algo mío, lo necesitaba”.

Para algunos este argumento será una defensa para mitigar la culpa, para otros será la expresión genuina de un deseo. El tema que se pone de relieve más allá de crítica o valoración de una conducta es que, el otro, de alguna manera u otra, estará presente.

Existen estudios que demuestran que la reacción frente al hecho infiel está dentro de los factores estresantes relacionados con la humillación, provocando síntomas depresivos. Un alto porcentaje de personas refieren depresión mayor después de descubrir la infidelidad en el último año, sobre todo cuando el vínculo de pareja viene con problemas y no cuentan con los recursos psicológicos necesarios para afrontar el hecho (insatisfacción y falta de ajuste marital).

Los eventos traumáticos en general se dividen en: humillación, perdida y peligro y provocan distintos tipos de sentimientos. La humillación devalúa a la persona con respecto a sí misma y a los demás, por lo cual, la infidelidad está dentro de esta categoría.

Depresión e infidelidad

Según un estudio publicado en EE. UU. (Proceso Familiar, 2016), el diagnóstico de depresión en las personas que habían descubierto la infidelidad en el último año aumentaba nueve veces más en comparación con las que no se enteraron de una aventura de la pareja.

Los investigadores también encontraron que la infidelidad provoca sentimientos de desesperanza, impotencia y derrota, que, de por sí, son estados afectivos que predisponen a la depresión; sumado a esto, aumenta el consumo de alcohol y la ansiedad social (fobia social).Cuando se torna difícil la solución, los resultados del estudio sugieren que puede haber dos caminos: mejorar su relación en un grado similar al de las parejas que no son infieles o terminar su relación a un ritmo mayor que el de las parejas que no son infieles. Y es un tema de la pareja, de nadie más; de nada sirve seguir sufriendo para sostener la apariencia “somos una pareja o una familia perfecta”.