La economía de Japón es una auténtica anomalía. Siguen siendo el único del país del mundo donde su banco central mantiene los tipos de interés en negativo. Un cambio en esta estrategia tendría consecuencias imprevisibles, pero la presión es máxima. Su inflación lleva más de un año creciendo y ya ha roto récords de los últimos 42 años. Desde los años 80 que Japón no vivía una situación así.
Inflación al 3,3% y los tipos siguen en el -0,1%. La inflación en junio de Japón ha alcanzado el 3,3%. En comparación, la Eurozona ha bajado su inflación al 5,5%. Pero mientras el Banco Central Europeo ha puesto los tipos de interés en el 4%, el Banco de Japón se mantiene inflexible. Con una política monetaria que no ha cambiado desde 2016 y cuyos tipos de interés siguen en negativo.
La situación contrasta enormemente con el resto del mundo. Si comparamos con Estados Unidos, por primera vez en los últimos ocho años la inflación de Japón ha sido más alta. Pero de nuevo al comparar los tipos vemos la gran diferencia: 5,25% en Estados Unidos.
El Banco de Japón no ve una tendencia, sino algo puntual. El razonamiento de las autoridades japonesas es que esta inflación no viene dada por un aumento sostenido de la demanda y los consumidores, sino que es algo excepcional debido al alto coste de las importaciones. El Banco de Japón cree que en los próximos meses la situación se moderará y el coste por ejemplo de alimentos y la energía volverá a ser más bajo.
Kazuo Ueda, nuevo gobernador del Banco de Japón, ha confirmado esta semana que no habrá cambios en su política con los tipos de interés. Pese a que ya van por el 3,3%, confían en que se mantendrán finalmente en el objetivo del 2%.
El cambio que nunca llega. La última cifra de la inflación ha añadido todavía más presión al Banco de Japón. Incluso el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha alertado sobre los riesgos de esta estrategia. El próximo 27-28 de julio, el Banco de Japón debe anunciar sus últimos datos económicos y proyecciones sobre el objetivo del 2% de inflación.
Sin llegar a estar cerrado, no está previsto que haya ningún anuncio significativo, pero esta inacción por parte del banco central no tiene por qué replicarse en las empresas.
¿Subimos o no los salarios? Los precios están subiendo, según refleja la inflación. Esto significa que los japoneses deben pagar más por lo mismo. Ante esta situación, las empresas tienen el dilema de si subir salarios (y en consecuencia el precio de sus servicios).
«Están surgiendo señales de que las empresas están cambiando el comportamiento que habían tenido desde que Japón estaba en deflación. Es importante nutrir estos brotes de cambio con cuidado», describía sobre este asunto Shinichi Uchida, el anterior gobernador del Banco de Japón.
Si los salarios acaban subiendo implicará un aumento generalizado de los precios. Y entonces se pasa de una situación de crecimiento sostenido. Y no tanto basado únicamente en un crecimiento puntual del coste de las importaciones.
El mayor perjudicado está claro: el yen. La moneda japonesa está en mínimos de los últimos 15 años respecto al euro. Ahora mismo por un euro se obtienen 158 yenes. El Banco de Japón ha intentado empujar el yen interviniendo y comprando bonos, pero el problema con la inflación se plantea como algo a largo plazo.
La estrategia económica de Japón se plantea a largo plazo, esperando que este aumento de la inflación sea un hecho puntual y vuelvo a números más cercanos a lo que esperan que crezca su economía. Mientras tanto, la presión global es máxima y el yen es quien más lo está sufriendo.