Para bajar peso, resetear o desintoxicar el organismo, hacer un reposo digestivo o disminuir la inflamación, cada vez más personas optan por el ayuno intermitente. Otras, deciden interrumpir la ingesta de alimentos por varias horas al día con fines estéticos, o más precisamente para retrasar el envejecimiento de las células.
Jennifer Aniston fue una de las primeras celebrities en hacer saber que estaba experimentando cambios en su cuerpo y estado de ánimo desde que ayunaba 16 horas al día y sólo ingería alimentos en las ocho restantes. Elon Musk, Kourtney Kardashian y Chris Pratt son sólo algunos de los que también manifestaron haber adoptado esta dieta por sus supuestos beneficios contra el envejecimiento y la pérdida de peso.
Sin embargo, un equipo de investigadores alemanes concluyó que “no hay evidencia concreta que sugiera que dejar de comer durante largos períodos sea efectivo para prevenir el envejecimiento”.
“Con el fin de estudiar sistemáticamente los efectos de la alimentación en días alternos (EOD, por sus siglas en inglés) en el envejecimiento y la esperanza de vida, realizamos un análisis a gran escala de más de 200 parámetros moleculares, celulares, histopatológicos y fisiológicos en más de 20 tejidos diferentes en ratones sujetos a EOD o con acceso a voluntad al alimento (AL) -plantearon los investigadores en la publicación-. Los parámetros seleccionados correspondían en gran parte a los utilizados análisis anteriores. Además de los análisis de los fenotipos de envejecimiento, determinamos los efectos de EOD en la esperanza de vida y evaluamos las causas de muerte natural en cohortes sometidas crónicamente a EOD o AL”.
El grupo EOD tuvo acceso irrestricto al agua, pero solo fue alimentado en días alternos hasta su muerte natural. Para el estudio, el equipo del Centro Alemán de Enfermedades Neurodegenerativas llevó a cabo un examen exhaustivo de los cambios relacionados con la edad en una amplia gama de funciones corporales en ratones que siguieron la dieta.
El control de salud midió una variedad de condiciones que incluyen la agudeza visual, los reflejos y la función cardiovascular, así como otros rasgos que incluyen la actividad exploratoria de los ratones, parámetros inmunológicos, recuentos de células sanguíneas y manifestaciones de enfermedades asociadas con el envejecimiento en el tejido.
La verificación le dio al equipo una “descripción exacta” del estado del animal en el momento en que fueron examinados. Entre los hallazgos publicados en la revista Nature Communications los investigadores concluyeron que los resultados que mostraban una falta de beneficio significativo eran “inequívocos” y que incluso cuando los ratones más viejos parecían más jóvenes de lo que eran, esto había ocurrido por razones distintas a la dieta.
El profesor Martin Hrabĕ de Angelis es director del Instituto de Genética Experimental y la Clínica Alemana de Ratones en el Helmholtz Zentrum München y destacó: “En conclusión, descubrimos que ambos grupos de ratones envejecían de manera similar”. Para los autores del trabajo, en general, el ayuno tuvo muy poca influencia en el envejecimiento y la longevidad.
Es que, según vieron, aunque los ratones con la dieta EOD aún eran vulnerables a los tumores, experimentaron un crecimiento más lento de los cánceres que el grupo de control, lo que puede explicarse por el hecho de que los períodos de restricción dietética desencadenan cambios metabólicos.
Investigaciones anteriores habían utilizado la esperanza de vida como una medida indirecta del envejecimiento, pero el equipo de investigación alemán dijo que este es un enfoque defectuoso. Aún así, los ratones en el grupo EOD vivieron 102 días más que el grupo de control.
¿Qué es el ayuno intermitente?
“Los ayunos son prácticas ancestrales, milenarias, presentes en todas las religiones y todas las civilizaciones a lo largo de la historia; es algo sumamente implementado durante toda la humanidad con diferentes tipos de fines, ya sean religiosos o depurativos”, explicó a Infobae la licenciada en Nutrición María Cecilia Ponce (MN 3362).
“Lo que hoy se sabe es que mantenernos libres de alimentación durante algunas horas lo que hace es inducir a un reposo digestivo, y ayuda también a tener más percepción de cuándo uno come por hábito y cuándo por hambre real”, señaló la especialista en nutrigenómica, quien destacó que “es una práctica que se puede empezar a tener con ciertos pacientes que buscan ir un poco más allá, no sólo restringir calorías por una cuestión estética ni de peso, si no que lo que se va a pretender con la extensión del ayuno es inducir ciertos procesos orgánicos que reparan y detoxifican las células”.
Hay diferentes tipos de ayunos -secos, de 12, 14, 16 o 24 horas-, pero del que más se habla, porque lo hacen varias famosas, es el 16/8: 16 horas en ayuno y ocho horas de alimentación, que debe ser saludable y balanceada, según precisó la especialista.
“Lo que ocurre es que a partir de las 14/16 horas se pone en manifiesto ciertos procesos de lo que se llama autofagia, que es como un ‘reciclado’ celular donde la célula se limpia y puede volver a funcionar más correctamente; es un proceso que se da en nuestro cuerpo todo el tiempo, pero darle un reposo digestivo, o sea darle al organismo ese espacio para desintoxicarse y repararse, es necesario para que funcione correctamente”.
Para Ponce, “lo ideal, o lo que se propone, es que se pueda cenar temprano y extender un poco el desayuno; con eso empieza ya el proceso de reposo digestivo, que sería de 12 horas, lo que pasa es que en la civilización actual el común de la gente se acuesta tarde y se levanta muy temprano y esa ventana de ayuno cada vez es más cortita”.
El ayuno intermitente en varias formas, principalmente para bajar de peso, existe desde hace mucho tiempo, pero se disparó en popularidad en la última década gracias en parte al respaldo de las celebridades.
Sin embargo, contra todo pronóstico, a través de su investigación, el equipo alemán descubrió que este enfoque de alimentación no ralentiza el curso del envejecimiento.
En ese sentido, el doctor Dan Enhinger, autor del estudio, concluyó: “No existe un reloj interno del envejecimiento que pueda regularse con un simple interruptor, al menos no en la forma de los tratamientos estudiados aquí”.
El equipo continuará sus estudios para analizar los efectos de otros tratamientos que creen que pueden retrasar el envejecimiento.