Un equipo internacional de investigadores dirigido por el University College London (UCL) ha descubierto que las personas con una predisposición genética a echar siestas tienen un volumen cerebral mayor. El estudio comparó los genes de personas propensas a echar siestas con aquellos que no lo son y encontró que la diferencia en el volumen del cerebro equivale a la pérdida asociada con 2,6 a 6,5 años de envejecimiento.
Los investigadores no encontraron diferencias significativas en otras variables, como el volumen del hipocampo, el tiempo de reacción y el procesamiento visual. Sin embargo, sugieren que las siestas diurnas pueden contribuir a la salud del cerebro a medida que envejecemos.
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores utilizaron datos de 378,932 participantes, entre las edades de 40 y 69 años, recogidos a través del UK Biobank. Tomaron como referencia 97 fragmentos del ADN de los participantes, los cuales ya se habían asociado previamente con una propensión a echar siestas diurnas. Además, realizaron resonancias magnéticas a un subgrupo de 35,080 participantes y utilizaron una metodología estadística conocida como aleatorización mendeliana para evitar factores de confusión.
El estudio no proporciona una duración óptima para la siesta, aunque investigaciones previas sugieren que entre 15 y 30 minutos es ideal. Los investigadores también recomiendan no echar la siesta demasiado tarde para evitar alterar el ciclo de sueño nocturno.
Aunque las conclusiones del estudio son intrigantes, los investigadores señalan que se necesita más investigación, preferiblemente con una mayor diversidad étnica entre los participantes, para comprender mejor la relación entre las siestas y el volumen cerebral.
Este hallazgo podría tener implicaciones para la comprensión de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer, que se caracterizan por la pérdida de volumen cerebral. Además, reafirma la importancia de un descanso y sueño adecuados para el funcionamiento del cerebro.