Bill Gates tiene 67 y, visto desde nuestro lado, podría decirse que ya ha hecho casi todo en esta vida. Una de esas cosas que se le habían escapado es «ser abuelo». Y, con esa excusa (que su hija Jennifer tendrá un hijo en 2023), el fundador de Microsoft ha decidido mirar los próximos años con esa nueva perspectiva que le da trabajar por «el futuro que se merecen nuestros nietos».
El resultado son un puñado de pronósticos sobre el mundo que ya se nos está echando encima.
Vienen años duros. A corto plazo, en un contexto marcado por la guerra en Ucrania, la crisis energética, las secuelas de la pandemia del coronavirus y las consecuencias más recientes del nuevo ‘boom’ pandémico en China, «se avecinan cinco años complicados». Eso repercute directamente entre los objetivos de la fundación porque, todas estas crisis serán complicadas de gestionar en los países industrializados, pero se ceba especialmente con los países más pobres. Y eso amenaza (muy seriamente) con los grandes esfuerzos mundiales en marcha.
El mejor ejemplo del impacto de todo esto es la lucha contra la polio. Según la Organización Mundial de la Salud, hubo solo seis casos de polio en 2021. En 2022, en cambio, hubo 30. Parece un detalle insignificante: pero es un jarro de agua fría al esfuerzo más serio y sostenido de acabar con una enfermedad que tenemos actualmente.
El mejor ejemplo, pero no el único. Para Gates, que lleva años muy implicado en temas medioambientales, una de las piezas claves de la lucha contra el cambio climático está en conseguir construir mejor. Sin mejores edificios, sin mejores aislamientos… pedirle a más de la mitad del mundo que gaste menos energía es una quimera. Sobre todo, a un mundo que está sufriendo olas de calor (y frío) históricas. El problema es que construir mejor va a ser más difícil (y, en la medida en que los edificios duran mucho tiempo, va a suponer problemas a largo plazo).
A la construcción podemos sumar el enlentecimiento de la introducción de nuevas tecnologías en medicina y la educación. Gates cita, por ejemplo, la llegada de la inteligencia artificial en las ecografías (y, en general, en todas las técnicas diagnósticas operador-dependientes) y el desarrollo de nuevas terapias génicas. Pero hay muchos más ejemplos que se podrían poner. El resumen de Gates es muy poderoso: vivimos a las puertas de varias revoluciones incipientes, pero su desarrollo es tan incipiente que puede quebrarse en cualquier momento, nos viene a decir.
¿Cómo afrontar estos cambios? Más interesante todavía, si leemos el texto de Gates, es su propuesta sobre cómo podemos (a nivel individual) navegar en estos mares turbulentos. Su recomendación no es nueva y siempre llama la atención porque el mismo Gates dejó la Universidad antes de atacarla, pero en este caso la repite: la mejor inversión que podemos hacer es en formación y educación.
Eso tiene consecuencias personales, más formación son más ingresos, mejor calidad de vida, mejores perspectivas sociales y culturales. Pero también comunitarias y sociales. En plena crisis financiera internacional, podrán faltar muchas cosas y eso puede frenar muchos proyectos. Pero la verdadera contribución «serán los equipos de expertos que desarrollarán estrategias, alianzas e innovaciones» en tiempos venideros.