La contaminación fue responsable de la muerte de nueve millones de personas en el mundo en 2019, lo que equivale a uno de cada seis fallecimientos, según un estudio realizado por la Comisión de Contaminación y Salud de The Lancet publicado este martes en The Lancet Planetary Health.
«Estamos sentados en la olla y ardiendo lentamente», manifestó Richard Fuller, coautor del estudio y director de la organización global sin fines de lucro Pure Earth, señalando que, a diferencia del cambio climático, la malaria o el VIH, «no hemos prestado mucha atención» a la contaminación ambiental.
En el informe se da cuenta de que la contaminación del aire generada por los procesos industriales y la urbanización provocó un aumento del 7% en las muertes relacionadas con la contaminación entre 2015 y 2019.
En tanto, los fallecimientos a causa de contaminantes tradicionales, como el humo o las aguas residuales, están disminuyendo a nivel global pero continúan siendo un problema en África y en países en desarrollo.
Por otra parte, las muertes ocasionadas por la exposición a contaminantes modernos, como los metales pesados, los agroquímicos y las emisiones de combustibles fósiles, están «simplemente disparándose», y han aumentado un 66 % desde 2000, según la coautora del estudio, Rachael Kupka.
Además, el informe brindó una lista con los diez países más afectados por las muertes relacionadas con la contaminación. La lista la encabeza Chad, seguido por República Centroafricana, Níger, Islas Salomón, Somalia, Sudáfrica, Corea del Norte, Lesoto, Bulgaria y Burkina Faso.
El aumento de los fallecimientos a causa de la contaminación también provocó pérdidas económicas por un total de 4.600 billones de dólares en 2019, o alrededor del 6 % de la producción económica mundial.
A pesar de que los países de ingresos bajos y medianos son los más afectados por las muertes, hay cada vez más pruebas de que la contaminación llega a las naciones desarrolladas a través del viento, el agua y la cadena alimentaria.
Los cereales, los mariscos, el chocolate y las verduras producidos en los países en desarrollo para ser exportados a los mercados de las naciones ricas pueden infectarse como resultado de la contaminación del suelo y el agua con plomo, arsénico, cadmio, mercurio y pesticidas. «Esta situación amenaza cada vez más la seguridad alimentaria mundial», observó el informe.