Las casas construidas con cemento están por todas partes en Irak. Pero en la ciudad de Aqrah, en el norte del país, prefieren utilizar piedras, una decisión que trae beneficios en la lucha contra el cambio climático.
La ciudad, fundada hace más de 2.700 años en la ladera de una montaña de difícil acceso, se sitúa en la región del Kurdistán, que, al igual que el resto del país, sufre de un aumento de las temperaturas y de la escasez de agua.
Pero cuando se creó, la urbe estaba en el «Creciente Fértil», donde se cree que los humanos descubrieron la agricultura hace 10.000 años.
Irak, rico en petróleo, es uno de los cinco países del mundo más expuestos a los efectos del cambio climático, según la ONU.
Y ante el letargo de las autoridades, Aqrah, con 100.000 habitantes, decidió apoyarse en técnicas ancestrales para enfrentar estas consecuencias.
«Las casas de piedra son mucho más resistentes» a las consecuencias del cambio climático y preservan el carácter único de Aqrah, dijo Baland Reda Zubair, alcalde de la ciudad.
En el centro histórico, las fachadas de piedra varían entre un amarillo pálido y el color marrón. Los callejones de la ciudad son a veces tan estrechos que en algunos de ellos solo se puede pasar con la ayuda de burros.
En esta urbe, las autoridades decidieron prohibir el cemento para la construcción y la renovación de la ciudad vieja desde 1991, año en que el Kurdistán obtuvo la autonomía de facto de Irak. Aún está permitido en los barrios que la rodean.
La piedra «nos permite reducir los efectos del cambio climático. El cemento, en cambio, retiene el calor, aumenta la temperatura y afecta el medioambiente», insistió Zubair.