Lo primero y más importante: no hay por qué alarmarse, todos estamos a salvo. Es algo que, como hemos comentado en más de una ocasión, ocurre más veces de las que pensamos, y para eso tenemos sitios como el Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, para localizarlos y estudiarlos confirmando que no son una amenaza para la Tierra.
En este caso, hablamos de un asteroide de aproximadamente la altura de, por ejemplo, la Torre Willis de Chicago. Un “cuerpo” que pasará junto a la Tierra en unas horas y que se ha denominado 2020 DB5. El mismo se observó por primera vez en 1905 y se espera que regrese a nuestro planeta el 2 de mayo de 2048, después de pasar por Júpiter el 10 de noviembre de 2024, según el Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA.
Pero como decimos, no hay que alarmarse. Los llamados como asteroides “potencialmente peligrosos” no significan que realmente lo sean. Su definición viene dada porque son considerados lo suficientemente grandes como para sobrevivir al atravesar la atmósfera de nuestro planeta y causar daños regionales (o más grandes) en el suelo. No solo eso. También son asteroides que se acercan con cierta regularidad y varían en tamaño, desde el tamaño de un camión hasta el de una casa o el de un rascacielos.
Sea como fuere, estos cuerpos espaciales que se “acercan” a nosotros son una parte normal de nuestro sistema solar local, y la Nasa lleva un seguimiento de todos ellos. Para que nos hagamos una idea, no hay ningún asteroide de más de 140 metros de ancho que tenga una posibilidad significativa de golpear la Tierra en los próximos 100 años.
Y en el improbable caso de que se detectará algo verdaderamente peligroso, hay varios planes contingentes desde hace un tiempo. El más importante es la prueba realizada por la nave DART desviando Dimorphos, la pequeña luna que impactó y que desvió con éxito de su órbita. Una prueba que demostró que, si fuera necesario, la humanidad podría protegerse de al menos asteroides de tamaño similar.