Días más largos y soleados, vacaciones, tiempo de ocio, horas de relajación frente al mar, fiestas y festivales… El verano parece reunir todos los ingredientes para hacer la vida mucho más agradable. De hecho, algunas personas pueden sentirse más animadas y felices durante esta época debido a la exposición a la luz solar y al incremento de las actividades al aire libre, lo que les permite afrontar las situaciones desde una perspectiva diferente.
Teniendo en cuenta todos estos factores, no es descabellado pensar que el hecho de haber nacido en verano pudiera estar relacionado con nuestra personalidad. Por eso, dejando a un lado la astrología y el misticismo, existen estudios científicos que han asociado la fecha de nacimiento con determinados aspectos de la vida. Por ejemplo, algunas investigaciones han apuntado que nacer en verano implica mayores posibilidades de gestionar mejor las emociones, tener más altura o incluso de ser zurdos.
Aunque atendiendo a otras condiciones, las cosas no parecen tan evidentes. El optimismo, por ejemplo, es una característica deseable porque permite juzgar las cosas priorizando el lado más favorable, y, por tanto, estar más cerca de lograr el bienestar y la felicidad. Sin embargo, no hay evidencia científica sólida que respalde la idea de que las personas que han nacido en verano sean inherentemente más optimistas que las nacidas en otras estaciones del año.
Según los expertos, el temperamento y la personalidad de una persona están influenciados por una combinación de factores genéticos, ambientales y sociales, que no tienen que ver solo y exclusivamente con la estación en la que nacemos. Y concretamente, una perspectiva optimista puede diferir considerablemente según la persona, por lo que no se podría generalizar invariablemente a todos los ‘hijos’ de la época veraniega.
Además, tampoco hay respaldo científico suficiente para determinar que la personalidad venga determinada específicamente por la estación del año en que nacemos. Con todo, pese a la poca literatura científica al respecto, algunos estudios han explorado posibles correlaciones entre la estación de nacimiento y ciertos rasgos de la personalidad.
Diferencias de haber nacido en una u otra estación del año
En particular, determinadas investigaciones han apuntado en esa dirección, afirmando que al menos el momento del nacimiento podría tener algo que ver —aunque no sea un factor determinante— con la manera en la que se desarrolla nuestra personalidad a lo largo de la vida.
En 2014, un grupo de investigadores de Budapest (Hungría) presentó en un Congreso de Neuropsicofarmacología en Berlín (Alemania) un estudio que relacionaba la época de nacimiento con el temperamento. En concreto, según estos científicos, “la estación del año en que nacemos influye en determinados neurotransmisores monoaminérgicos, como la dopamina y la serotonina, lo cual es detectable incluso en la vida adulta”.
El trabajo analizó a más de 400 personas, comparando la estación de su llegada al mundo con los tipos de personalidad que desarrollaban más adelante. Según estos resultados, el momento en que nacemos, en cierta manera, influye sobre la personalidad porque puede aumentar o disminuir las probabilidades de desarrollar ciertos trastornos del estado de ánimo.
Estos investigadores apuntaron algunos datos llamativos: concretamente, observaron que los nacidos en verano tendían a desarrollar un temperamento ciclotímico —caracterizado por altibajos —, en comparación con los que vieron la luz durante el periodo invernal. Además, los nacidos en primavera y verano eran considerablemente más propensos a desarrollar un temperamento hipertímico, —esto es, con tendencia a ser extremadamente optimista —.
Por el contrario, este estudio sugería otras ventajas para los que llegaron al mundo en los meses más fríos: menores posibilidades de desarrollar un carácter iracundo o irritable, en comparación con los originarios de otras épocas del año. En aseveración de estos expertos, “el hecho de nacer en una estación u otra influye en nuestro riesgo posterior de desarrollar ciertas afecciones médicas, incluyendo trastornos mentales”.
Sin embargo, el optimismo y otros aspectos de la personalidad son resultado de una interacción compleja de factores biológicos, psicológicos y ambientales. La personalidad se forma a lo largo del tiempo a través de la interacción de la genética, las experiencias de vida, las influencias culturales, la educación y otros factores.
Por tanto, no existe una única influencia, como la estación de nacimiento, que determine la personalidad de una persona. Cada persona es única y puede desarrollar un enfoque optimista o pesimista de la vida independientemente de la estación que le dio la bienvenida al mundo.
¿Nos influye de alguna manera la estación del año en que nacimos?
En 2011, un equipo internacional de investigadores publicaba un artículo en The Journal of Affective Disorders que señalaba una relación directa entre la estación de nacimiento y la personalidad, extendiendo los resultados también a los temperamentos afectivos.
Tras analizar a casi 400 universitarios, los resultados reflejaron un vínculo significativo entre ambos parámetros en el caso de diferentes tipos de temperamento: hipertímico, ciclotímico, irritable y depresivo, (no así para el temperamento ansioso).
Un año antes, un experimento con ratones realizado por investigadores estadounidenses concluía que la estación del año en que nacen los bebés puede tener un efecto decisivo en el funcionamiento del reloj biológico, y, en consecuencia, en la personalidad del individuo.
“Sabemos que el reloj biológico regula el estado de ánimo en los seres humanos. Si un mecanismo similar al que encontramos en ratones funciona en humanos, entonces no sólo podría tener un efecto en una serie de trastornos del comportamiento, sino también un efecto más general en la personalidad», señaló en su momento Douglas McMahon, investigador principal del trabajo.
En la misma línea, una investigación llevada a cabo en 2005 reveló que los rasgos de la personalidad no solo están modulados en parte por los neurotransmisores, sino que, además, la búsqueda de estímulos, novedades o actividades en la vida adulta puede diferir según la estación del año en que llegamos. Además, según se aseguraba en este mismo trabajo, hay estudios que han encontrado un vínculo entre la estación de nacimiento y los métodos de suicidio.
Sin ir más lejos, ese mismo año, una investigación publicada en Elsevier observó una relación más que notable entre la época de nacimiento y la edad de los participantes en cuanto al nivel de búsqueda de estímulos y sensaciones.
Asimismo, otros investigadores han apuntado en otra línea, como cuando en 2004, los resultados de una encuesta realizada a más de 40.000 personas revelaban que las personas nacidas en verano eran los más propensos a considerarse afortunados, mientras que los nacidos en otoño tenían una visión más negativa de sus vidas.
Spiro P. Pantazatos, científico del departamento de psiquiatría del Columbia University Irving Medical Center fue más allá en otra ocasión, al asegurar que incluso se pueden predecir diferencias morfológicas en la estructura cerebral según la época de nacimiento.
En definitiva, aunque hay estudios que aseguran que la fecha de nacimiento puede influir en ciertos aspectos de la vida, la ciencia aún no ha encontrado evidencias suficientes ni consistentes para constatar que el simple hecho de venir al mundo en una u otra época del año sea el único factor que determine el desarrollo de un rasgo concreto.