¿Tienes un premio Nobel, una medalla Fields o un premio Abel? ¿Figuras en la lista Highly Cited Researchers de Clarivate Analytics? ¿Quieres pasar entre seis y doce meses en Castilla y León? Pues la Consejería de Educación de la Junta castellanoleonesa tiene buenas noticias para ti: el programa ‘Andrés Laguna’, una convocatoria para la incorporación de investigadores de alto impacto que la comunidad científica se está tomando con la filosofía de «reír, para no llorar».
Un poco de contexto. Hace unos pocos días, la Consejería de Educación de Castilla y León activó el programa ‘Andrés Laguna’ con la idea de dotar de herramientas a las universidades de Castilla y León y a las sedes del CSIC en la comunidad para captar investigadores «de reconocido prestigio». No es nada distinto de lo que, durante años, se lleva haciendo en casi todos los niveles de la administración nacional con competencias en el campo.
Lo llamativo es que el añadido que (además de aclarar la duración del contrato o especificar que se requiere el título de doctor) se dice que los participantes deben «figurar en la lista Highly Cited Researchers de Clarivate Analytics o contar con méritos acreditados de similares características, preferentemente haber sido galardonados con el premio Nobel en su especialidad, el premio Abel o la medalla Fields».
Suena bien, ¿no es cierto? Es decir, si queremos atraer «investigadores de alto impacto» es lógico que se prefiera a «la créme de la créme» de la comunidad científica internacional. Sin embargo, es llamativo, precisamente, porque nos permite ver de forma muy clara y sencilla todo lo que está mal en las políticas españolas para «captar el talento».
Es evidente que el objetivo de este programa no es captar premios Nobels y que, a no ser que haya algún caso concreto que pueda acogerse al mismo, tampoco lo intenta realmente. O, al menos, no debería. Lo que ocurre es que sencillamente se reproducen ideas «de sentido común» que (por mucha desorientación que evidencien) se encuentran disueltas en el imaginario colectivo.
Competir en el mundo contemporáneo. Un buen ejemplo para entender de qué estamos hablando es el fútbol. Nadie esperaría que un equipo local ‘captara’ jugadores de primer nivel («preferentemente que hayan sido galardonados con el Balón de Oro») con una convocatoria de este tipo. Y nadie esperaría eso porque intuitivamente entendemos que, incluso en actividades tan estrechamente vinculadas al talento, se necesita mucho más que un jugador.
Los jugadores necesitan equipos humanos, recursos técnicos y financieros, infraestructuras. Necesitan un ecosistema que les ayude dar lo mejor de ellos mismos. En investigación y ciencia ocurre esto mismo, pero de forma mucho más exacerbada.
Si bien en el mundo del fútbol, España puede apostar por cierto «extractivismo» y «captar» talento exterior para jugar en la liga compitiendo de igual a igual con el resto de potencias futbolísticas; en ciencia estamos a años luz de las mejores instituciones del mundo.
No es solo que no podemos ofrecer condiciones ventajosas a esos científicos de élite, es que no podríamos aprovechar el capital social e intelectual que traerían con ellos. Basta recordar el ejemplo de Francis Mojica y su descubrimiento de CRISPR , pero el nobel se fue muy lejos de aquí. Justo al lugar donde se pudo desarrollar la idea.
Nuestro modelo de ciencia. Por eso es «divertida» la convocatoria de la Junta de Castilla y León. Pero, por eso mismo, es «sintomática». España no tiene un modelo de ciencia al que aspirar. Se han hecho avances en los últimos años, sí; pero seguimos sin tener nada claro qué ciencia queremos y eso genera constantemente políticas contradictorias.
Por un lado, queremos una tupida red científico-industrial que vertebre el territorio. Por otro, decimos querer apostar por (usando, de nuevo, el símil deportivo) la «ciencia de base». Por el último, seguimos anclados en la idea de que debemos aspirar a una ciencia de élite. Y todo no se puede (mucho menos con el presupuesto que maneja el país).
De ahí que la convocatoria de la Junta sea «divertida», «sintomática» y preocupante: es el reflejo más claro de que hace falta una política científica seria, solvente y de futuro en el país; pero también que estamos a años luz de conseguirla.