Más allá de la avalancha de rupturas entre personajes famosos que últimamente abarrota las redes sociales, la verdad es que desde los inicios de la pandemia es un hecho que muchas parejas aparentemente consolidadas se han acabado rompiendo. El estrés del encierro, junto a la crisis existencial que surgió en muchas personas, han terminado resintiendo muchas relaciones sociales, no solo las de pareja. Pero lo cierto es que estas últimas parecen sufrir los efectos del estrés a muchos niveles.
Numerosos estudios demuestran que las personas sometidas a un mayor estrés suelen comportarse de una forma más negativa con sus relaciones más cercanas, incluyendo las parejas románticas. De hecho, no hace falta que venga ningún científico a demostrarnos que, efectivamente, el estrés nos pone de peor humor. Incluso nos lleva a dar peores contestaciones. Sin embargo, ahora un equipo de científicos de la Universidad de Texas Austin ha demostrado que las personas sometidas a estrés también tienden a prestar más atención a los comportamientos negativos de sus parejas.
Es decir, si la pareja miente, muestra ira o impaciencia o crítica al otro miembro de la relación, el que está sometido a estrés se centrará en estos comportamientos puntuales mucho más que si estuviese tranquilo. Pero eso no es todo. Según relatan en el estudio publicado en Social Psychological and Personality Science, esto se ha comprobado en parejas recién casadas que aún se encuentran en lo que se conoce coloquialmente como la Luna de Miel. ¿Pasará lo mismo en quienes llevan toda una vida juntos? De momento no se sabe.
Los efectos del estrés en las relaciones de pareja
Para la realización de este estudio, sus autores reclutaron a 79 parejas heterosexuales de recién casados.
A continuación, les realizaron dos encuestas. La primera consistía en informar sobre posibles fuentes de estrés ajenas a la pareja, como el trabajo. La segunda debían rellenarla cada noche y consistía en contestar algunas preguntas sobre cómo se habían sentido ellos y cómo habían percibido al otro miembro de la relación.
Un día aislado de estrés no afectó a la segunda parte de los experimentos. Sin embargo, sí que se vio que, cuando este se mantenía en el tiempo, se tendía a dar mucha más importancia a los comportamientos negativos del otro. Es importante aclarar que no se desatendían los comportamientos positivos. Simplemente, se daba más peso a los negativos. Es decir, si la pareja les apoyaba siempre, era detallista y cariñosa, pero puntualmente incumplía una promesa o se mostraba irritable, esto último ganaría mucho peso, aunque el resto también se percibiera.
¿Para qué sirve esto?
Lógicamente, si el estrés se mantiene en el tiempo, esa exageración de los comportamientos negativos aislados puede acabar afectando a la pareja. ¿Pero servirá de algo ser consciente de ello?
Podría esperarse que sí. Sin embargo, con este primer estudio no es posible saberlo, por lo que sus autores planean ir más allá y estudiar la evolución de las parejas una vez que el miembro estresado se da cuenta de cómo está sobredimensionando los comportamientos del otro.
Aun así, lo que tienen hasta ahora no es un asunto menor. Es importante tener en cuenta que esa fase de Luna de Miel tiende a ser cuando todo se percibe con más optimismo y se magnifican mucho más los comportamientos positivos. ¿Qué no pasaría con quiénes lleven muchos años casados? No lo sabemos, pero posiblemente nada bueno. Habrá que incluir también este grupo poblacional en ese segundo estudio que ya están planeando.