RETRATO DE UNA PERSONALIDAD

Entonces llega el cansancio.
No el de los músculos, sino del alma. Te cansas de explicar lo que nadie quiere escuchar. De apostar por lealtades de papel y de convivir con máscaras que sonríen, mientras te clavan la daga.

Te cansas de mensajes que nunca llegan, de las disculpas que se extraviaron en el camino, de los afectos condicionados…esos que siempre cuestan demasiado.

Y de pronto ocurre algo, el hartazgo se convierte en fuerza, te desprende de lo que te asfi-xia.
Te vas. Te largas. Te sacas los zapatos y caminas ligero
No porque huyas…sino porque por fin eliges.

Ahí empieza todo. El silencio deja de ser castigo y se convierte en refugio. La soledad deja de doler y se vuelve templo. Dejas de demostrar, dejas de pedir permiso, dejas de pedir perdón por ser acta mente quien eres.