Puede que el almacenamiento de residuos nucleares sea menos problemático y peligroso de lo que tendemos a imaginar, pero eso no quiere decir que no implique serios quebraderos de cabeza y enormes precauciones. Y en esta lucha por hacer los residuos más seguros el almacenamiento geológico profundo parece imponerse como estrategia.
El almacenamiento geológico profundo. Esta forma de almacenar los residuos nucleares se basa en una idea muy simple, la de enterrarlos muy por debajo de la superficie. Con ello, el almacenamiento geológico profundo (AGP) busca evitar algunos de los problemas que generan los almacenes más “superficiales”.
Problemas como el coste derivado de vigilancia, no solo ante posibles incidentes sino también frente a la posibilidad de robos de material. Si bien el almacenamiento no profundo puede ser más barato a corto plazo esta necesidad de mantenimiento constante lo convierte en una opción más rentable.
Más que un simple cementerio. No vale con enterrarlos de cualquier manera, obviamente. La clave de este almacenamiento se encuentra en hallar repositorios seguros. Esto depende de las condiciones geológicas. Para que el almacén no genere problemas debe situarse en una formación geológica estable.
Los almacenes de este tipo combinan la barrera natural provista por las formaciones geológicas que rodean el AGP con barreras artificiales creadas en su construcción. El objetivo es aislar el contenido debidamente y asegurarse de que, aun en caso de accidente cualquier emisión fuera de una magnitud suficientemente pequeña para no generar impacto alguno.
Otro factor fundamental en los AGPs es la gestión del calor emanado por los residuos. Éstos pueden irradiar su energía en forma de calor, por lo que el almacén debe facilitar que este pueda disiparse sin afectar ni a su funcionamiento ni a los propios residuos almacenados en él.
El funcionamiento de estos almacenes es complementario a las medidas de seguridad que se utilizan habitualmente en el tratamiento de los residuos como el uso de contenedores específicos para el almacenamiento de este tipo de residuos o el trascurso de un periodo determinado de tiempo de “enfriamiento” previo al traslado de los residuos a su lugar de descanso definitivo.
Onkalo, un precedente en Europa. El primer almacén de este tipo en nuestro entorno se está construyendo en Finlandia. Onkalo, que puede traducirse como “cueva”, tiene 430 metros de profundidad (el repositorio estará a 420 metros por debajo del nivel del mar). Según los planes, el depósito permanecerá abierto durante unos 100 años e irá acogiendo nuevos residuos radiactivos. Tras ello se sellará definitivamente para los próximos 100.000 años.
Onkalo no es el único proyecto en su clase. En la vecina Suecia los preparativos avanzan para la construcción de un almacén de este tipo. También Francia podría abrir uno en las próximas décadas. Fuera de Europa, Canadá se prepara para hacer lo propio y Estados Unidos cuenta ya con un almacén de características semejantes para material radiactivo de uso militar.
A finales del año pasado el Gobierno y el Consejo de Seguridad Nuclear aprobaron la creación de una red descentralizada de almacenes para residuos nucleares. Estos almacenes estarían destinados a albergar de manera temporal los residuos nucleares de los siete reactores activos en el Estado.
El plan incluye asimismo la creación de un AGP como lugar final de descanso para estos residuos. Habrá que esperar hasta llegar a este punto. Hasta 2073. El plan, si bien contempla la creación de este sistema de almacenamiento no prevé su entrada en funcionamiento hasta dentro de medio siglo.
No es limpio el que mucho limpia… El objetivo a largo plazo pasa por tecnologías que generen menos residuos. La energía de fusión es una forma de energía nuclear que no crea residuos peligrosos. Ésta se basa en la fusión de isótopos de hidrógeno en helio. Esto implica que el proceso no genera, en esencia, residuos peligrosos.
La energía de fisión también tiene margen de mejora. Hoy por hoy la mayor parte del combustible utilizado por las centrales nucleares pasa a engrosar la masa de los residuos que genera. Esto se debe a que las centrales actuales solo pueden aprovechar una fracción del combustible.
Existen tecnologías que nos permitirán en el futuro un mejor aprovechamiento de los recursos de uranio. Ejemplo de esto son los reactores de sales fundidas y torio. Estos últimos cuentan con residuos con un periodo de semidesintegración considerablemente más breve que los que generan las centrales actuales. La tecnología la conocemos, pero aún queda camino hasta que resulte rentable. Hasta entonces tendremos que ir planeando qué hacer con nuestros residuos. Los AGP son la mejor baza con la que contamos hoy por hoy.