Mientras los consumidores libran las batallas terrenales del día a día, a mil pies de alturas el riesgo geopolítico, junto con la inflación, está en la cima de la agenda de los CEO, según la encuesta global de McKinsey de este diciembre entre los altos ejecutivos del mundo.
En las próximas dos décadas, se espera que la competencia por la influencia global alcance su nivel más alto desde la Guerra Fría, y está fuera de las probabilidades que un estado en particular domine todas las regiones.
Una gama más amplia de actores competirá para avanzar en sus ideologías, objetivos e intereses, con China y Estados Unidos disputándose la hegemonía, mientras la Unión Europea y Rusia continuarán luchando por preservar su relevancia entre los grandes actores de la geopolítica mundial.
En el terreno de la guerra de Putín contra Ucrania, hábilmente enmarcada por Volodimir Zelenski
como una guerra global entre la democracia y la dictadura, todas las cartas están echadas sobre la mesa: desde una catástrofe nuclear hasta una salida negociada en los salones de la diplomacia internacional.
Lo mismo se puede decir de sus efectos globales, todas las fichas están sobre la mesa: una victoria rusa sobre Ucrania tendría un efecto dominó que seguramente tentará a Putín a recomponer el imperio soviético, recuperando territorios perdidos, y a China a desplegar una invasión contra Taiwán. Una victoria de David sobre Goliat, en cambio, podría inducir a un derrotado macho alfa a cualquier desenlace.
Cualquiera que sea el desenlace o la evolución de la guerra en Ucrania, tanto Putin como Zelenski se están preparando para un conflicto prolongado y lo mismo deberían hacer los líderes empresariales: construir resiliencia estructural de largo plazo en sus organizaciones.
Desarrollar este tipo de resiliencia no consiste, nada más, en dotar a la empresa de la capacidad de recuperarse rápidamente de las adversidades, como suele pensarse, sino, también, en generar las habilidades para detectar, crear y capitalizar oportunidades que permitan acelerar el crecimiento en medio de la crisis.
Las organizaciones verdaderamente resilientes no solo se defienden bien frente a las contingencias, sino que aprovechan para colocarse a la ofensiva.
Las 6 ó 7 dimensiones esenciales de la resiliencia
Luego de estudiar lo que están haciendo muchos CEO en Estados Unidos y Europa para enfrentar el conjunto de crisis cruzadas que azotan el mundo, Mckinsey propone seis dimensiones esenciales para la construcción de resiliencia empresarial. Estas dimensiones son el modelo de negocio, la reputación, la organización, las operaciones, la tecnología y las finanzas, las cuales paso a explicar a continuación.
La resiliencia del modelo de negocio se refiere a la capacidad de una organización para recuperarse de los impactos de eventos geopolíticos. La construcción de resiliencia empieza por la junta de directores, que debe tener una comprensión de los factores de riesgos geopolíticos relevantes para la organización y tomar decisiones para protegerla. Esta dimensión puede incluir que los directores reciban briefings y estén expuestos periódicamente a presentaciones sobre la actualidad, la evolución y las proyecciones de los eventos geopolíticos; discutir los riesgos geopolíticos en cada reunión de la junta; estudiar sus efectos en la organización a corto, mediano y largo plazo y adoptar un enfoque proactivo para la gestión de riesgos. Además, las organizaciones deben ser flexibles y adaptables para responder rápidamente a los cambios en el entorno geopolítico y tener planes de respuesta y recuperación en caso de eventos imprevistos.
La resiliencia reputacional se refiere a la capacidad de una organización para proteger y restaurar su reputación ante eventos geopolíticos. Esto puede incluir la comunicación clara y transparente con los stakeholders, la toma de posiciones sobre temas importantes y la toma de medidas para demostrar responsabilidad social y ética ante estas coyunturas. Parte medular de la resiliencia reputacional consiste en que la organización tenga una narrativa clara y compartida basada en valores ( saber qué defiende y contra qué se posiciona).
La resiliencia financiera incluye la gestión de riesgos en temas como el cambio de divisas (el riesgo cambiario), las sanciones o situaciones que pueden afectar la capacidad de una empresa para operar en un mercado, como por ejemplo transferir fondos. Es importante tener una comprensión precisa de los regímenes reguladores cambiantes y una capacidad de cumplimiento robusta. También es importante tener protocolos de crisis y un sistema de alerta temprana para enfrentar desafíos macroeconómicos.
La resiliencia tecnológica se refiere a la capacidad de una organización para proteger y recuperar su infraestructura y acceso a su información ante eventos geopolíticos. Puede incluir la protección de datos y de la privacidad, la gestión de la seguridad cibernética y la capacidad de recuperación ante interrupciones. Para construir resistencia tecnológica, se deben generar las capacidades para navegar por el «splinternet», es decir, la fragmentación del internet en variantes regionales y conjuntos de tecnología debido a tensiones geopolíticas, especialmente entre China y Estados Unidos. Esto requiere equilibrar la segmentación de redes y el uso diferenciado de dispositivos en diferentes mercados, manteniendo la consistencia en la conectividad y en la experiencia del usuario.
La resiliencia organizacional se refiere a la capacidad de una organización para mantener su cohesión y ética globales ante la creciente presión geopolítica interna. Esto incluye tener estructuras de gobierno inclusivas y diversas, promover diálogos abiertos y honestos entre los líderes y los colaboradores.
La resiliencia operativa se refiere a la capacidad de una organización para proteger y adaptar sus operaciones ante eventos geopolíticos. Esto puede incluir la protección y el cambio de las cadenas de suministro, la diversificación de los mercados y planes de contingencia en caso de eventos imprevistos. Además, la protección de la seguridad física de los colaboradores en mercados de alto riesgo, la promoción de la comunicación y la conectividad entre colaboradores en diferentes ubicaciones y la implementación de planes de evacuación en caso de eventos imprevistos.
A estas seis dimensiones esenciales de McKinsey, yo agregaría la resiliencia de la gente que se refiere a la capacidad de una organización para fortalecer las capacidades profesionales y la salud física y mental de sus colaboradores, ante las crisis cruzadas y superpuestas que actualmente convergen en el escenario global. Generar la resiliencia de los colaboradores puede incluir programas de salud preventiva (monitoreo médico, ejercicios físicos y recursos emocionales para el manejo del estrés), ajustes de ingresos por inflación y actualización de las capacidades profesionales ante las demandas crecientes y cambiantes del mercado laboral.