En El Callao, un pueblo en el estado Bolívar de Venezuela, niños tan jóvenes como Martín, de 10 años, se ven obligados a trabajar en minas a cielo abierto en condiciones peligrosas en busca de oro. Lo que comienza como un juego termina siendo una cuestión de supervivencia para ellos. La falta de acceso a la educación y la necesidad económica los lleva a este arduo trabajo.
Los niños trabajan en la minería artesanal moviendo bateas entre piedras y lodo en busca de pepitas de oro que se adhieren al mercurio, un proceso altamente contaminante y perjudicial para la salud. Además de las bateas, también se encargan de entrar en hoyos para picar el «material», como llaman al oro, trabajando en cuclillas bajo el sol abrasador y arropados por capas de barro.
Aunque algunos niños asisten a la escuela, muchos prefieren trabajar en las minas porque sus padres creen que ahí está el dinero. Trabajan largas horas y, con el dinero que ganan, compran cosas como ropa y zapatos, y sueñan con ser mineros cuando crezcan.
Esta situación de trabajo infantil en las minas se desarrolla bajo condiciones extremadamente precarias y peligrosas. Los niños están expuestos a riesgos de accidentes y enfermedades, y también son vulnerables a la explotación y el abuso sexual. Para muchas familias, el trabajo de los niños es una cuestión de supervivencia, ya que prefieren que estén trabajando en lugar de vagando por las calles o metiéndose en malas compañías.
La situación es preocupante y destaca la necesidad de abordar el trabajo infantil en las minas y proporcionar oportunidades de educación y desarrollo para estos niños en lugar de exponerlos a condiciones peligrosas en busca de una fuente de ingresos.
AFP