Los perros se han convertido en compañeros indiscutidos de miles de personas a lo largo y ancho del planeta. Su compañía es una opción preferida para la mayoría de los seres humanos brindando un cariño sincero, profundo y muy poco comparable.
En esa línea de conducta parece ser que los perros están realmente dispuestos a seguirnos adonde vayamos, literalmente a todas partes, de manera incondicional. Esto se debe, sin duda al apego natural que esta especie tiene con el ser humano desde hace más de 30.000 años, aunque también puede haber otra explicación que va más allá de eso.
Los perros han sido domesticados hace miles de años, pero todavía se consideran como parte de un grupo total, al igual que sus antepasados silvestres y este sería el motivo real por el que siguen a sus tutores “familiares” o integrantes de esta manada multiespecie a todas partes.
En este sentido, la mayoría de los investigadores destacan una serie de razones que justifican ese acompañamiento constante. Los perros están realmente dispuestos a seguirnos a todas partes y la razón de ello reside específicamente en su mentalidad de manada; es decir, al no haber otros perros alrededor, su familia humana multiespecie se convierte en su manada.
Este instinto genético específico es también el que motiva a los perros a observar de cerca, a mantener su mirada firme hacia el ser humano conviviente y a buscar el contacto físico.
No obstante, existe otra explicación respecto a este comportamiento y tiene que ver con el vínculo que desarrollamos los seres humanos con nuestros animales de compañía.
Los cachorros de hasta cuatro meses de edad se apegan a sus tutores convivientes humanos como si fueran algo así como sus madres y, cuando son adultos, mantienen ese vínculo afianzado y aumentado con el devenir del tiempo.
Particularmente, lo sostienen porque lo asocian a situaciones de confort y a estímulos positivos que le otorgan confianza y seguridad, ya que sus tutores le dan protección, cuidado y afecto. Todo este razonamiento sostiene y profundiza claramente como causa también a su mentalidad de manada.
Cuando se entrena y educa a un perro, se lo trata de fomentar con un refuerzo positivo, es decir, recompensar al animal con golosinas o con demostraciones afectivas o concretas por el cumplimiento de órdenes, de sus buenas acciones o de su adecuado comportamiento.
Esto provoca que el animal relacione la presencia del humano con estas recompensas, por lo que también lo seguirá allá donde vaya en la búsqueda de esa golosina o esa muestra de afecto.