Debido a las Fiestas, los viajes y el estrés, los infartos mortales son más frecuentes en diciembre. En diálogo con The Harvard Gazette, Elliott Marshall Antman, especialista en medicina cardiovascular del Brigham and Women’s Hospital y profesor de la Facultad de Medicina de Harvard, explicó por qué y reveló las principales señales de alarma.
“El aumento refleja casi con toda seguridad un cambio en el estado habitual del individuo. Es decir, si están tomando medicación para controlar su enfermedad cardiovascular, al llegar las vacaciones puede que cambien sus horarios, que viajen y que no tomen la medicación con la misma fiabilidad que antes de las vacaciones. Otra posibilidad es que para muchas personas las vacaciones sean un periodo de estrés. Preocupan los viajes, sobre todo en la situación actual, y las enfermedades respiratorias”, aseguró el experto.
En esa línea, sostuvo que “puede haber tensiones sociales que los individuos experimentan, a medida que se acercan las vacaciones, que pueden aumentar su presión arterial y su ritmo cardíaco, y esas respuestas fisiológicas pueden provocar un desequilibrio del suministro de sangre al músculo cardíaco. En ese momento, el músculo cardíaco se ve sometido a una gran exigencia, por lo que puede sufrir un infarto de miocardio. En el caso de una persona concreta, pueden darse diversas circunstancias. Y no podemos decir que sea el mismo conjunto de circunstancias de una persona a otra”.
Desde hace varios años investigadores en el tema comenzaron a encontrar una tendencia alarmante en la mortalidad cardíaca al acercarse la época de la noche buena, la Navidad y la víspera de año nuevo.
En 1994, la revista científica Circulation fue una de las pioneras en publicar un artículo en el cuál encontraron, luego de estudiar los índices de mortalidad de los últimos 30 años, que entre las semanas del 25 de diciembre y el 7 de enero en los Estados Unidos, el numero de ataques cardíacos y muerte luego del mismo era anormalmente elevada, en comparación con otros meses del año. A este hallazgo lo llamaron el “efecto del día festivo”.
Poco tiempo después, la misma revista presentó un trabajo de la Universidad de California del Sur, que ratificó lo encontrado por sus colegas, pero esta vez en la ciudad de Los Angeles. En este caso, el incremento de muertes debidas a motivos cardíacos en la época de fiestas era mayor y alcanzaba a un 33%. También atribuyeron este índice al “efecto festivo”.
La explicación a estos hechos, la adjudicaron en gran medida, a que la carga psicológica en esta época especial del año, podía llevar a la aparición de trastornos emocionales en las personas más vulnerables, generando un fuerte estrés, responsable de desencadenar las descompensaciones cardíacas.
No descartaban tampoco, que los excesos en la comida, con altos contenidos de sal, grasa y azúcar, o el consumo exagerado de bebida alcohólica típico de las Fiestas también podrían haber influido en estos episodios.
Según Antman, “las circunstancias estresantes pueden producir tres reacciones fisiológicas, que convergen en el corazón del paciente y en las arterias que le llevan sangre. En primer lugar, la frecuencia cardiaca puede aumentar en respuesta al estrés.
En segundo lugar, la presión arterial también puede aumentar en respuesta al estrés. Y la tercera es que la liberación de sustancias como la adrenalina puede hacer que las arterias coronarias se estrechen, limitando aún más el flujo que llega a través de esas arterias, que son las responsables de llevar la sangre al músculo cardíaco”.
“A través de una o más de estas respuestas fisiológicas -aseguró el experto-, un individuo podría estar en riesgo de sufrir una alteración del equilibrio entre el suministro y la demanda de sangre. Pero cuando hablamos de estrés, la respuesta fisiológica al estrés puede ser el resultado de emociones buenas o malas. El sistema cardiovascular hará lo mismo”.
Las personas que tienen un problema de riego sanguíneo en el músculo cardíaco suelen sentir molestias, a menudo en el centro del pecho, pero pueden irradiarse al cuello, la mandíbula, los hombros o los brazos. “Por lo general, no es en su nivel más intenso cuando comienza, pero se acumula a un pico, y luego cuando se va, poco a poco se va, a diferencia de apagar una luz”, dijo.
A veces, el malestar se asocia a una sensación de náuseas, sudoración, aturdimiento, palpitaciones. Estas son señales de advertencia para una persona de que algo podría ir mal con el equilibrio entre el suministro y la demanda de sangre a su músculo cardíaco. Si esto dura más de 10 minutos, la persona debe plantearse buscar atención médica.
“Muchas personas que sufren un infarto tienen molestias que duran 20 minutos o más. Acudir al médico es la mejor forma de evaluarlo. No queremos que los pacientes experimenten en casa tomando antiácidos y pensando que así se solucionará el problema; queremos que acudan al sistema de atención médica lo antes posible, y a menudo eso significa llamar al 911″, detalló.
El especialista también reconoció que “si bien los servicios de urgencias están llenos debido a muchas otras enfermedades que afectan a nuestras comunidades, eso no es motivo para evitar buscar atención médica ante síntomas cardiovasculares nuevos o que empeoran”.
“Es posible estar sufriendo un infarto que se presenta con síntomas que afectan sólo a una parte del cuerpo alejada del tórax. Y debemos recordar que algunas personas, sobre todo los pacientes de edad avanzada o los diabéticos, cuando sufren un infarto, pueden no tener molestias, pero sentirse fatigados o sin aliento o sudar mucho más de lo acostumbrado. También debemos estar atentos a esos síntomas”, concluyó.