Han pasado ya más de dos años de la obstrucción del Canal de Suez causada por el accidente de un carguero, el Ever Given. Aquel incidente acaparó la atención de medio mundo. Ahora otra crisis se cierne sobre otra vía marítima fundamental, una más velada y cuyo responsable no ha sido un barco sino la sequía.
Tráfico denso en el canal. La autoridad encargada de gestionar el Canal de Panamá anunció hace unos días la entrada en vigor de nuevas restricciones al tránsito de buques por su esta conexión interoceánica. El canal ha reducido el número de permisos diarios para circular por su sistema de esclusas, lo que ha hecho que el número de buques comience a acumularse a la espera de poder circular por él.
La última medida en entrar en vigor, informaba Reuters, era la de limitar el número de pasos diarios asignados al tránsito a través de la red vieja de canales, la vía por la que transitan los barcos de menor tamaño. De 16 naves al día el tránsito se ha limitado a 14.
El motivo detrás de esta decisión es la sequía. La gigantesca infraestructura que conecta los océanos Atlántico y Pacífico requiere de una gran cantidad de agua para operar, unos 193 millones de litros para cada uno de los cerca de 12.000 tránsitos anuales que se producen.
Segunda oleada. Las nuevas restricciones se unen a las anunciadas hace unos meses por el canal. Y es que la situación lleva ya años gestándose, pero la escasez de lluvias del pasado otoño (octubre y noviembre son los meses con más precipitaciones en el país) puso en alerta al canal. Las primeras restricciones entraron en vigor a comienzos de año y la situación sólo ha ido a peor.
Las medidas restrictivas tienen el objetivo de reducir el agua requerida para cada tránsito y de reducir el número de tránsitos. Además del nuevo límite de 14 barcos, el canal también redujo el número total de barcos de 36 a 32 al día, además de limitar el calado máximo de éstos a los 13,41 metros.
En principio algunas de estas medidas se mantendrán en efecto hasta el 21 de agosto, aunque se espera que limitaciones como la del calado máximo se extiendan a lo largo del año que viene.
Sin agua. Puede resultar contraintuitivo que una infraestructura que conecta dos inmensas masas oceánicas no pueda operar a pleno rendimiento por falta de agua. Pero así es.
El canal necesita agua dulce puesto que parte de su recorrido se hace a través de cuerpos de agua dulce como el lago Galatún. Si estos lagos se quedan sin agua, el tránsito es imposible. Introducir agua salada en la ecuación no es una alternativa viable. Sólo queda esperar a que llueva.
El Niño tiene (parte de) la culpa. Y las expectativas no son muy optimistas. El motivo es que, desde hace ya unas semanas sabemos que ha llegado El Niño. Este punto de la Oscilación del Sur (ENSO) trae consigouna reducción de las precipitaciones en algunas regiones del mundo, entre ellas Panamá.
El hecho de haber llegado a esta situación tras tres años consecutivos de La Niña pone de relieve que, más allá de esta oscilación, puede haber una tendencia a más largo plazo que esté dejando sin agua al sistema hídrico que riega una de las principales vías marítimas del mundo.
Más presión para la cadena de suministros. Se espera que los efectos para la economía no sean tan severos como los causados por la obstrucción del canal de Suez de 2021. Éstos se centrarán en Estados Unidos, principal usuario del canal, aunque no dejan de ser un nuevo golpe a una cadena de suministros aún en proceso de recuperarse de los efectos de la pandemia y eventos como el propio accidente de Suez.
La semana pasada el número de barcos “en cola” superaba ya los 150 (aunque debe tenerse en cuenta que esta cola puede incluso en condiciones normales incluir alrededor de 90 buques), con un periodo de espera medio de 21 días.
“Esto va a ir a peor antes de mejorar”, comentaba Adil Ashiq, director regional de MarineTraffic para Norteamérica en declaraciones a la cadena estadounidense CNBC. Sin embargo lo más preocupante quizás sea la tendencia a largo plazo. Es poco probable que esta crisis sea la última de su tipo y es probable que los eventos vayan a peor en el futuro por influencia del cambio climático.