El 30 de abril de 1994 marcó un hito en la historia de Colombia y en la lucha contra el narcotráfico en el mundo, ya que fue el día en que Pablo Escobar, uno de los narcotraficantes más poderosos y temidos de la historia, fue asesinado. Este evento puso fin a una década de violencia y terror causada por el cártel de Medellín, liderado por Escobar.
Pablo Escobar había desatado una guerra contra el Estado colombiano en 1984, cuando ordenó el asesinato del Ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla. A lo largo de los años siguientes, el cártel de Medellín fue responsable de miles de muertes, incluyendo a políticos, jueces, periodistas y policías. La violencia y la corrupción se apoderaron de Colombia durante ese período.
En 1991, Pablo Escobar se entregó a las autoridades y fue confinado en una cárcel de lujo que él mismo había construido, conocida como La Catedral. Sin embargo, siguió dirigiendo sus operaciones criminales desde la prisión y continuó con su reinado de terror.
La situación llegó a un punto crítico cuando Escobar ordenó el asesinato de dos de sus principales socios, Gerardo Moncada y Fernando Galeano, lo que llevó a la creación de un grupo paramilitar conocido como «Los Pepes» que se dedicó a perseguir a Escobar y a sus aliados. La cacería humana por Escobar se intensificó.
Finalmente, el 2 de diciembre de 1993, Pablo Escobar fue ubicado y abatido por las autoridades en Medellín. Su muerte marcó el fin de una era de violencia y narcotráfico en Colombia, aunque la lucha contra el narcotráfico y la violencia continuó en el país en los años siguientes.
La historia de Pablo Escobar y su cártel de Medellín sigue siendo objeto de fascinación y debate en todo el mundo, y su legado sigue siendo controvertido en Colombia y más allá. Su muerte fue un momento histórico que cambió el curso de la lucha contra el narcotráfico en América Latina.