Se ha hablado mucho en los últimos compases del año pasado y los primeros días de 2023 de la racha enloquecida de cancelaciones que lleva Netflix con series que, a priori, estaban funcionando. De nuevo se ha comentado hasta qué punto esta cuestión afecta a la imagen de Netflix y cómo puede impactar esto en el comportamiento de los espectadores, que pueden dejar de atreverse a empezar con nuevas series por miedo a que las cancelen.
Los últimos decapitamientos. Sin duda, el caso reciente más sonado ha sido el de ‘1899’, principalmente por dos motivos: la serie queda completamente colgada y sin resolución, lo que hace de la primera temporada un objeto inútil; y es una ambiciosa propuesta de los creadores de ‘Dark’, que por el contrario, tuvo un notable ´exito y contó a lo largo de tres temporadas una historia completa y cerrada.
Pero no es la única cancelación notable de los últimos tiempos: ‘La monja guerrera’, ‘El club de la medianoche’, ‘Blockbuster’, ‘Destino: La Saga Winx’, ‘La primera muerte’ o ‘Space Force’ son algunas de las más recientes. Hace apenas unos días supimos de la caída también, después de dos excelentes temporadas, de la serie de animación ‘Ultrasecretos’.
Algunas posibles razones. El pasado 3 de enero el escritor Peter Clines escribió un largo hilo en Twitter en el que analizaba las posibles razones de esta avalancha de cancelaciones, más allá de que las series rindan por debajo de lo esperado en casos puntuales, como ‘El club de la medianoche’ o ‘Blockbuster’. En él hablaba del cambio de paradigma en cuanto al pago a los creadores: en la televisión tradicional la sindicación garantizaba repeticiones de las series en nuevas pantallas y eso proporcionaba ingresos continuados en el tiempo para actores directores y guionistas e incluso técnicos.
Según su aproximación, el contrato que firman actualmente los creadores para las productoras (que tienen sus propias plataformas de streaming) son distintos: el beneficio que generen en sus primeros veinticuatro días no les reporta dinero, sino que los hipotéticos ingresos empiezan a contarse a partir de ese momento, como una especie de versión intangible de esos ingresos por sindicación. Sin embargo, y como Clines no entra en cuestiones más específicas, parece un sistema que debe existir, pero que posiblemente no esté generalizado (o veríamos aún más cancelaciones antes de esos 24 días). Hay una explicación más lógica (y sencilla).
Forbes se acercó a una propuesta más lógica en un artículo sobre esta avalancha de series canceladas: todo depende de la tasa de completación, que es el porcentaje de audiencia que finaliza las series. Una medición de la que se habló en profundidad en agosto, cuando los fans de ‘La primera muerte’ se preguntaban por qué cancelaban su serie cuando ‘Heartstopper’, con menos horas vistas, sí que era renovada. La respuesta: la tasa de completación de la segunda era del 73%, y la de ‘La primera muerte’, del 44%.
Eso explicaría la cancelación de series como ‘Resident Evil’, que aunque llegó al número 1 de lo más visto esa semana, luego no capturó el interés del público, y se quedó en un 45% de completación. En el extremo opuesto, series como ‘El juego del calamar’ (87%), ‘Love, Death and Robots’ (67%) o ‘Arcane’ (60%), aparte de ser considerables éxitos de audiencia también tuvieron altas tasas de completación, lo que garantizó sus renovaciones. ‘1899’, en fin, solo tuvo un 32%.
Esto explica la inusual (por lo poco que suelen verbalizar los creadores sus temores) actitud de Neil Gaiman, que suplicó a sus fans que vieran ‘Sandman’, sí, pero sobre todo que la vieran rápido y hasta el final. La tasa de completación manda, porque si esta es baja, apunta a dos cosas: aunque la audiencia haya sido elevada al principio, esta ha acabado bajando. Y es dudoso que vaya a haber más gente viendo la segunda temporada de la que acabó la primera. En todo caso habrá menos, si cabe.
Por supuesto, esto no es una ciencia exacta: series caras y ambiciosas como ‘1899’ o ‘Resident Evil’ tienen expectativas más altas a las que responder que una sitcom de 30 minutos y un solo escenario, que se puede permitir una tasa más baja y una audiencia más modesta, porque su producción cuesta menos. En cualquier caso, y sea el criterio que sea el que usa Netflix, quizás su mayor problema no sea qué hace con las series que deja a medias, sino qué hace con la fama que se está ganando de cancelar todas las series.