A las personas les encanta enjuiciar a los demás, claro nunca se evalúan a sí mismos para verse tal cual. La navidad para mi tiene poco significado y las motivaciones y razones proceden de los años de pobreza. Después, como empresario de la comunicación, he hecho malabares para cumplir los compromisos laborales y aportar algo a quienes me rodean o llegan a mi, ante la creencia de que, porque me me dicen don, tengo dinero y debo contribuir con algo.
En este año y creo que por primera vez, no hemos tenido que acudir al sector financiero para pagar hasta el 15 de enero y el salario 13. No comeré cerdo en noche buena, no porque está escaso y caro, decidí no disfrutarlo en este mes, aunque es la única carne que me gusta, esto así, para valorar mi capacidad en la toma de decisiones personales.
Ni Navidad, ni Año Nuevo tienen sentido para mi.
Eso no es frustración, es convicción. Aprendí a disfrutar la alegría de los demás y lo más importante, lo humano que somos, aunque también esto se extingue. Me gusta dar dinero a quienes me sirven durante el año y aquellos que mendigan en la calle. Mi gran fortuna es comprobar que siempre doy y siempre recibo. Y lo hago sin esperar nada a cambio, porque la sociedad, hoy más que nunca está llena de mal agradecidos y perversos. Nada de eso endurece mi corazón y estoy preparado para esperar lo peor de aquellos que están próximo a mi.
Los que me han fallado no gozan de la tranquilidad que disfruto y el bienestar no lo aporta el dinero, mis íntimos ricos, lamentablemente arrastran situaciones que son peores que la carencia de dinero. Aquilato mis momentos de felicidad que no los aportan lo material. Aquellos que me quieren, que son más de los que pensé serían, saben que el nuevo año lo recibo durmiendo y con los teléfonos en modo silencio, solo respondo mensajes originales.
Así he sido y seré. Disfruten sus fiestas como les de la gana y carguen con la responsabilidad de las consecuencias que le puedan acarrear!