En las investigaciones empíricas que me permiten escribir lo que veo, y analizo, reitero que siento respeto, admiración y algo de pena por este ser extraordinario.
Digamos que la vida, la coloco en una posición en la que por siglos trata de emanciparse y obtener derecho a todas sus aspiraciones y lo está logrando, pero a un costo muy alto.
Y no son sólo las barbaridades que protagonizan cientos de hombres, acicateados por un machismo ya desfasado, que en su opinión les hace creer y actuar con sentido de propiedad.
Hoy, entre otras debilidades, ellas caen en trampas creadas a través de un invento denominado internet y del que han salido las plataformas digitales.
Ahora, a través de las redes, se adocenan, pasan largas horas con sus smartphone, convertidos en un objeto imprescindible en la vida moderna y por la que algunas, para tenerlos, entregan sus cuerpos.
A través de ese aparato, reciben propuestas engañosas, son inducidas a cirugías estéticas, dietas, modas y cuantas creatividades surjan y su existencia parecería que depende de esa conexión.
Las mujeres, en su mayoría, son vanidosas, sucumben al halago, se visten y arreglan para lucirle a sus congéneres a quienes desean impresionar, no a los hombres.
La modernidad las hizo caer en la trampa, las redes les impiden a una gran mayoría repetir una ropa, después de colocarla en las redes.
Por suerte hay tiendas vendiendo ropa nueva o usada a precios bajos, la calidad no importa, el vestuario es desechable.
Es parte de su panorama sombrío, por lo demás, estudian y superan en cantidad a los varoncitos, ocupan puestos que antes fueron para ellos, digamos que, triunfan, pero repito, a que precio!