Millones de personas en París y Londres tuvieron que buscar alternativas para ir a trabajar, o simplemente quedarse en casa, el jueves debido a una huelga en los transportes públicos para reclamar alzas salariales en un contexto de alta inflación en toda Europa.
Toda la región enfrenta un aumento exponencial en los costos de la energía en momentos en que se aproxima el invierno, provocando un alza global de precios del 10% que genera preocupación en la población y aviva las tensiones sociales.
En Francia, la huelga pretende también aumentar la presión sobre el presidente Emmanuel Macron antes de que presente al Parlamento un polémico proyecto de ley que busca retrasar la edad de jubilación de los 62 a los 65 años.
«Queremos demostrar que si queremos movilizarnos, sabemos cómo hacerlo», dijo Frédéric Souillot, secretario general del sindicato francés FO.
En la capital francesa, pocos metros circulaban y no iban muy llenos, puesto que muchas personas optaron por teletrabajar o tomarse un día, antes de una largo fin de semana feriado.
Sólo las dos líneas automáticas circulaban con normalidad. Cinco líneas estaban cerrabas y las otras nueve sólo funcionaban en hora punta.
La situación en los trenes de cercanías no era mucho mejor.
Las calles de París registraron también un aumento de vehículos, motocicletas y ciclistas, respecto a días anteriores.
En las últimas semanas, los sindicatos han convocado huelgas en varios sectores para reclamar alzas salariales, en un contexto de encarecimiento de la energía y de la alimentación por la guerra en Ucrania.
Metro de Londres paralizado
El metro de Londres, el más antiguo del mundo, estaba también casi completamente paralizado: la mayoría de líneas suspendió totalmente el tráfico mientras unas pocas mantenían un servicio muy reducido.
Sólo la moderna y automatizada Elizabeth Line, inaugurada en mayo, funcionaba prácticamente con normalidad, aunque algunas de sus estaciones permanecieron cerradas.
«Esta huelga bloquea toda la ciudad», dijo a AFP el portugués Rodrigo Alex, peluquero de 21 años, en la estación de Kentish Town, en el norte de la capital británica.
«Salí a las 06H30, son las 09H00 (…) y todavía tengo que andar una hora», para llegar al trabajo en el centro, se lamentaba.
Otros londinenses, como Ashlyn Zunker y su amiga Jude Thurman, ambas de 20 años, optaron por los autobuses, pero estos, que no participaban en el paro, se veían superados por el alud de pasajeros.
«Hicimos unos 40 minutos de cola en la parada del autobús pero llegó demasiado lleno para subir», explicaba Zunker de camino a la universidad. «Salimos una hora más temprano» pero «aún nos queda una hora de trayecto», agregaba, resignada a perderse la primera clase.
Insatisfacción generalizada
El metro de Londres, que transporta hasta cinco millones de pasajeros al día, se ha visto sacudido por varias huelgas en los últimos meses.
La del jueves, convocada por los sindicatos RMT y Unite, se opone a la supresión de 600 puestos de trabajo y a un plan de modificación de sus pensiones.
El miércoles, también los enfermeros del Reino Unido aprobaron llevar a cabo una huelga nacional sin precedentes, para reclamar incrementos de sueldo, que según el sindicato Royal College of Nursing (RCN) comenzará antes de finales de año.
Y la semana que viene hay un paro previsto en el aeropuerto de Heathrow, mientras que el sindicato de conductores de trenes Aslef convocó una huelga para el 26 de noviembre.
Bélgica y Grecia registraron el miércoles huelgas generales en reclamo de mejores salarios que paralizaron varios sectores.
En España, la Plataforma en Defensa del Transporte, una agrupación de autónomos y pequeñas empresas de transportistas de mercancías, convocó a un cese de actividades para el lunes próximo. Este sector había protagonizado una dura huelga de 20 días en marzo pasado.