El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, reafirmó recientemente su compromiso de mantenerse al frente del país, en un discurso en el que declaró: “Y se lo juro por estas cuatro cruces, que esta casa presidencial jamás caerá en manos de un títere de la oligarquía ni del imperialismo. Esta casa es la casa del pueblo. Y para siempre.”
Estas palabras refuerzan su determinación de conservar el poder, a pesar de las dificultades políticas y económicas que enfrenta el país. La declaración ha generado fuertes reacciones a nivel nacional e internacional, especialmente entre los opositores y la comunidad global, que cuestionan la legitimidad de su mandato.
La postura de Maduro recuerda las declaraciones recientes del presidente sirio Bashar al-Assad, quien también manifestó su intención de no abandonar el poder en su país. Ambos líderes comparten un discurso que desafía las presiones internas y externas, mientras sus opositores siguen buscando alternativas políticas para un cambio de régimen.
En medio de esta tensión, se acerca el 10 de enero, fecha en la que, según la Constitución venezolana, el presidente electo debe tomar posesión del cargo. Aunque el chavismo da por sentado la continuidad de Maduro en el poder, la oposición, encabezada por Edmundo González, exiliado en España, sigue insistiendo en que el triunfo electoral fue suyo, acusando al gobierno de fraude. El Consejo Nacional Electoral (CNE) proclamó a Maduro como ganador de las elecciones presidenciales del 28 de julio, pero la oposición rechaza este resultado y promete «cobrar» lo que considera su victoria.
El 10 de enero, Maduro probablemente será juramentado por un Parlamento de mayoría oficialista, pero la incertidumbre sobre cómo se desarrollarán los acontecimientos continúa siendo una preocupación en Venezuela, a medida que se acercan estas fechas clave.