Existe la creencia generalizada de que, en cuestión de sexo, el escenario es binario. Macho y hembra. Pero la realidad raras veces se ajusta a las estabulaciones rígidas en las que los humanos tratamos de encajarla, y abundan las excepciones en biología. En el sexo humano existe, de hecho, un espectro intersexual que derrumba el mito del binarismo del sexo en favor de un esquema denominado bimodal.
A medio camino entre el macho y la hembra
Hay personas que presentan una condición muy curiosa, con un ovario a un lado y un testículo al otro, o incluso con ovotestis, un tipo de gónada que es parcialmente ovario y parcialmente testículo. Aunque raras veces son funcionales, y los casos en que una misma persona produce los dos tipos de gametos son anecdóticos —no inexistentes—.
Si los seres humanos pueden tener este tipo de condiciones, es de esperar que en la naturaleza también sucedan. Y así es. Al margen de los animales hermafroditas, múltiples especies también presentan casos de intersexualidad, pese a que la mayoría de sus individuos presentan dos sexos diferenciados. En algunos casos, incluso se pueden autofecundar. Tal es el caso del conejo, un fenómeno observado en 1990, por un grupo de investigación del Instituto de Sanidad Avícola de Doorn, Países Bajos, liderado por el veterinario M. T. Franjenhuis.
Cuando un organismo presenta una condición intermedia entre el macho y la hembra, no solo se refleja en sus genitales, sino en todo el organismo. En estos casos, el animal exhibe unos rasgos propios del macho y otros de la hembra, en un patrón de regularidad variable. Ocasionalmente, esa distribución es más o menos lateral, con un lado macho y otro lado hembra, condición conocida como ginandromorfismo. El organismo que la presenta se dice que es ginandromorfo.
El quimerismo genético
En principio, nada impide que cualquier especie no hermafrodita, y cuya diferenciación sexual esté determinada genéticamente, pueda tener individuos ginandromorfos. Esto se debe a que un ginandromorfo es, generalmente, un organismo genéticamente quimérico.
Así como la criatura mitológica de la quimera era una mezcla de varios animales unidos en un mismo organismo, cuando un ser vivo presenta partes del cuerpo con dotaciones genéticas distintas a otras se dice que se trata de un quimerismo genético.
La causa más frecuente aparece en períodos tempranos del desarrollo embrionario. Durante la fecundación, dos embriones con dotación genética distinta se fusionan, y cada uno de los linajes celulares da lugar a partes distintas del cuerpo. Si cada embrión pertenecía a un sexo distinto, el cuerpo del organismo final tendrá una parte macho y otra parte hembra.
Lo fascinante es que este fenómeno puede suceder en cualquier organismo que tenga el sexo genéticamente determinado. Tanto aquellos con diferenciación XX/XY, como los mamíferos, como los que presentan el sistema ZZ/ZW, como aves o mariposas, e incluso aquellos en los que la diferenciación sexual se basa en un juego cromosómico diploide o haploide, como las hormigas.
Sin embargo, es mucho más difícil que ocurra en organismos cuya diferenciación sexual se base en otros factores. Por ejemplo, ciertos peces se diferencian sexualmente según la edad, la temperatura del entorno u otros factores ambientales; en tales casos, hay un período de transición entre un sexo y otro, pero no un ginandromorfismo auténtico.
Algunos animales ginandromorfos
El ginandromorfismo se ha observado en un gran número de especies, el más llamativo se da en aquellas que tienen un dimorfismo sexual marcado, es decir, en animales en los que la morfología de la hembra está claramente diferenciada del macho por los colores, patrones o formas.
Esta condición se describió por primera vez en las mariposas, y no es para menos. Una gran cantidad de mariposas ginandromorfas presentan la mitad de su cuerpo con los colores y formas de la hembra, y la otra mitad de macho. Una asimetría particularmente llamativa en las alas, que despertó la curiosidad de los entomólogos desde el siglo XVIII.
Cuando este ginandromorfismo se presenta en sentido lateral, también resulta muy llamativo en saltamontes, libélulas, escarabajos, fasmatodeos y otros insectos, así como en crustáceos o arácnidos. Entre los vertebrados, se ha observado ginandromorfismo en reptiles y mamíferos, Aunque tal vez, los casos más espectaculares sean los de las aves.
En este caso, el ginandromorfismo ha ayudado a comprender la diferenciación sexual del cerebro. Las aves presentan comportamientos distintos ligados al sexo, y hasta hace poco se pensaba que estaba relacionado con las hormonas sexuales que recibe el cerebro. Sin embargo, según un estudio llevado a cabo por el profesor Robert J. Agate, de la Universidad de California en Los Ángeles, y colaboradores, al analizar diamates cebra (Taeniopygia guttata) ginandromorfos, observaron que las diferencias sexuales se conservan a cada lado del cerebro, a pesar de que ambos hemisferios reciben las mismas hormonas.
La rigidez del concepto binario de sexo se disuelve ante la riqueza y diversidad de la biología. A través del espectro intersexual y fenómenos como el ginandromorfismo, se revela que la naturaleza no se adhiere a categorías simplistas. Los organismos desafían las expectativas al presentar una variedad de características y patrones no limitados al macho o la hembra tradicionales. Una complejidad biológica que insta a reevaluar nuestras percepciones y apreciar la intrincada maravilla de la diversidad sexual en el mundo natural.