Los océanos están literalmente ardiendo (y eso tiene consecuencias que no conocemos para la vida marina)

Si hacemos caso a la serie histórica, ahora es cuando deberíamos empezar a notar los efectos de El Niño sobre la superficie del mar.  Ahora es cuando las superficies de los océanos de medio mundo deberían empezar a calentarse significativamente, provocando toda clase de problemas. 

Pero, como dice Leon Simons, uno de los mayores expertos en el calentamiento del Atlántico, «no hay precedentes históricos de lo que está sucediendo ahora».

El océano está ardiendo. Llevamos semanas hablando de que los océanos están muy muy calientes, pero conforme pasan los días, la sensación generalizada es que nos estamos quedando cortos. Muy cortos. Desde finales de marzo y principios de abril, las temperaturas superficiales de los océanos se separaron del pelotón de los últimos años y, aunque siguen las tendencias estacionales, lo cierto es que lo hacen muy por encima de lo ‘normal’.

De ahí que la irrupción de El Niño tenga nervioso a investigadores, activistas y autoridades: como se puede ver en el siguiente gráfico, las diferencias entre el evento de 2015 y el de 1997 fueron muy considerables y, en la medida que eso depende de las temperaturas basales (del lugar del que parten), eso hace que nos temamos lo peor.

Entonces… ¿Qué nos espera? Si tenemos suerte, El Niño será solo moderado, sí; pero lo cierto es que, en este contexto, nada nos garantiza que un evento moderado en estas circunstancias va a ser «moderado» en términos absolutos.  Y teniendo en cuenta que el evento del 2015 destruyó hasta el 90% del coral de muchas zonas del Pacífico, ¿qué está pasando realmente en los océanos? ¿qué va a pasar?

Sabemos que el Golfo de México se calienta más que el resto del océano y, por eso, los investigadores ya han encontrado grandes perjudicados como el arrecife de coral, el atún rojo o migraciones de otras muchas especies. Algo muy similar a lo que estamos viendo estos días con las tintoreras en las playas de la Península ibérica. Porque, aunque las diferencias son sustanciales, el mecanismo parece el mismo: el agua se vuelve más y más cálida y, como respuesta a ello, todo cambia. Pero, ¿cómo cambia?

Y la respuesta más razonable es que no lo sabemos. Ni siquiera los expertos están seguros de haber visto nada igual. Brian McNoldy, investigador especializado en huracanes, climatología y nivel del mar en la Universidad de Miami, compartía hace unos días una imagen de las aguas del golfo de México (la que ilustra esta pieza) y añadía que no estaba seguro de haberlas visto así en ninguna época del año.

Es verdad que tenemos indicios. Sabemos que «el primer gran impacto sucede en el mar. Cuando su temperatura sube, los  gases que están disueltos en el agua se escapan: dióxido de carbono,  metano y óxido nitroso, pero también oxígeno». 

«Eso implica que los  niveles tróficos superiores —los organismos que habitan el piélago  marino como peces— se van más al fondo o migran hacia el sur, en búsqueda de aguas con mayores cantidades de oxígeno». Esto se traslada a todos los niveles del océano, los equilibrios ecológicos cambian y, aunque sabemos cómo han cambiado, lo cierto es que no sabemos cómo lo harán.

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No tenemos precedentes. Si nos fijamos en el Atlántico norte (que incluye la zona que estudia McNoldy), la cosa adquiere tintes dramáticos. Sobre todo, porque son 40,000,000 de kilómetros cuadrados de océano y están muy cerca de alcanzar un nuevo récord de temperatura superficial (y los años precedentes nos hacen pensar que seguirá ahí arriba más semanas aún).

Sobre este tema hemos hablado mucho y tendremos que hablar mucho más. Al fin y al cabo, nos estamos encontrando con una situación rarísima. Si hace unos meses hablábamos de que el anticiclón de las Azores llevaba 1.200 años ‘secando’ España, este año se ha desvanecido y esto nos está obligando a repensar  lo que sabíamos sobre el Atlántico (que es lo mismo que repensar lo que sabemos sobre nosotros mismos y nuestra meteorología).