Para sus numerosos detractores, el turismo espacial no es más que viajes de diversión para los multimillonarios del planeta que solo empeoran la crisis climática.
Pero este sector emergente también tiene defensores que, sin totalmente rechazar las críticas, argumentan que esta industria también puede traer beneficios a la humanidad.
El primer argumento es que, además de sus pasajeros, los vuelos espaciales privados pueden enviar al espacio experimentos científicos que necesitan ambientes de microgravedad.
En el pasado, con las agencias nacionales «solía tomar mucho tiempo trabajar dentro de los canales subvencionados por el gobierno, gestionar autorizaciones, obtener fondos y ser seleccionado para estar entre los muy pocos que podían ir», dijo a la AFP Ariel Ekblaw, de la iniciativa de exploración espacial del MIT.
En cambio, a Ekblaw le tomó solo seis meses -desde la firma de un contrato- enviar su proyecto de investigación a la Estación Espacial Internacional (ISS por sus siglas en inglés) a bordo de la misión privada Ax-1, que despegó el viernes gracias a los empresarios privados que pagaron el viaje.
Su experimento, llamado TESSERAE, involucra fichas inteligentes que forman un enjambre robótico flotante que puede autoensamblarse en una estructura espacial, lo cual podría ser el modo en la que las futuras estaciones espaciales se construyan.
Un prototipo anterior flotó en el espacio por algunos minutos a bordo del vuelo espacial suborbital de Blue Origin, abriendo el camino a un nuevo ensayo.
«La proliferación de estos proveedores privados de lanzamientos nos permite hacer proyectos más arriesgados, más innovadores y rápidos», dijo Ekblaw.
Virgin Galactic, por su parte anunció planes para llevar científicos en futuros vuelos.