La cochinilla grana está presente en más de un centenar de productos de Hacendado y 65 de Carrefour. De hecho, da igual qué gran cadena de distribución escojas: Lidl, Día, Eroski o Alcampo… todos tienen decenas de productos con cochinilla en sus estantes.
Y no solo es algo de ‘marcas blancas’. El Pozo, Pascual, Haribo, Coca-Cola, Nestlé y otro centenar de grandes marcas la tienen como ingrediente habitual. De hecho, la cochinilla está presente mucho más allá de la comida: la podemos encontrar en textiles, medicamentos, cosméticos y todo tipo de productos de limpieza.
Y lo peor (sobre todo, si te ha sorprendido saberlo) es que ni siquiera es algo nuevo. La cochinilla lleva con nosotros toda la vida.
El insecto que tiñó el mundo de rojo. En la Mixteca, la llamaban nocheztli, ‘sangre del nopal’. Y fue allí, en la región montañosa entre Puebla, Guerrero y los valles de Oaxaca, donde las ‘gentes de la lluvia’ fueron domesticando durante siglos al nopal y a su principal plaga: Dactylopius coccus, la cochinilla grana o del carmín.
El resultado fue casi un milagro. Tanto es así que, después del oro y la plata, el carmín de cochinilla fue el producto más exportado a Europa desde el otro lado del Atlántico.
Y no es que el viejo mundo no conociera el tinte rojo. De hecho, desde la época sumeria, los pueblos pre-clásicos utilizaban otro tipo de cochinilla, las ‘quermes’ de la que viene el término ‘carmín’, para teñir todo tipo de telas, hacer pinturas y conseguir un color rojo intenso.
Pero la cochinilla grana jugaba en otra liga. No solo generaba colores mucho más profundos, bonitos y llenos de matices. Es que rendía mucho más y, por si fuera poco, resistía y se conservaba mucho mejor.
Los españoles captaron rapidísimo la importancia de ese tinte y mantuvieron oculto su origen tanto como pudieron. No sólo impidieron que salieran cochinillas vivas del territorio del virreinato de Nueva España, sino que re referían a ellas en términos ‘agrícolas’ con la intención de que el resto de potencias creyera que era una planta lo que generaba el tinte.
El secreto químico de la cochinilla. Pero no, el tinte venía de la cochinilla. De las hembras, para ser precisos. Recolectadas, horneadas y secadas al sol, las cochinillas eran una fuente muy importante de ácido carmínico. El 21% de su peso en seco era este compuesto complejo.
Posteriormente, se empleaban distintas elaboraciones que tenían como objetivo catalizar una sal metálica de ese ácido (incorporando aluminio o compuestos con calcio o amoniaco). Durante 450 años ese producto dominó el mundo.
El fin de la Reina roja. Tanto es así que, cuando las repúblicas americanas se independizaron (y en mitad de una de sus recurrentes crisis agrícolas), a Real Sociedad Económica de Amigos del País de Santa Cruz de Tenerife decidieron intentar cultivar la cochinilla en el archipiélago.
Desde el primer momento (gracias al clima propicio de las islas y la demanda de la industria textil europea y española), fue un bombazo. Desde 1845 a finales de siglo, la producción fue aumentando a pasos agigantados. 1869 fue el gran año de la cochinilla canaria.
A partir de ese momento, los tintes sintéticos ingleses y alemanas empezaron a llegar masivamente al mercado. Tardaron mucho en alcanzar colores asimilables al carmín de cochinilla, pero eran mucho más baratos. Y, así, cercada por las anilinas y los colorantes azoderivados, el rojo mexicano entró en crisis.
No era un ‘adiós’, era un ‘hasta luego’. En las últimas décadas, las consideraciones de seguridad en torno a los tintes rojos sintéticos han sido una enorme preocupación de los investigadores. Como ocurre con todos los aditivos, la investigación en torno a su impacto en la salud es muy compleja de realizar. Pero eso no ha impedido que las autoridades hayan ido reduciendo las cantidades que se pueden consumir (o que pueden estar en los textiles).
En cambio, aunque puede contener componentes alérgenos (residuos proteicos del insecto original), lo cierto es que el carmín de cochinilla (o como se le conoce en Europa, el E-120) es un compuesto muy muy seguro. Y eso ha facilitado que vuelva con fuerza. A día de hoy, como decía, se puede encontrar en cada vez más productos.
¿Dónde podemos encontrar hoy por hoy la cochinilla? Por motivos evidentes, este tipo de colorantes se suelen usar en productos con sabor a fresa o frutos rojos. Hablamos de batidos, yogures, chucherías, gelatinas, mermeladas y chocolates. No obstante, también podemos encontrarlos en todo tipo de chorizos, sobrasadas, derivados cárnicos o sucedáneos de pescado de color rojizo.
Y más allá de eso, pintalabios, maquillajes, todo tipo de cosméticos, pinturas de varios tipos, juguetes, productos de limpieza… La pregunta empieza a ser en los últimos años, si hay color rojo, rosado o incluso anaranjado… ¿dónde no está la cochinilla?