El Reino Unido ya tiene nueva ministra británica: Liz Truss reemplazará a Boris Johnson en el número 10 de Downing Street tras vencer en las ‘primarias’ conservadoras a Rishi Sunak por 81.300 votos a 60.400. La que hasta ahora ha sido responsable de Exteriores ha ganado con mucho margen al ministro de Hacienda y se convierte en la tercera mujer en ocupar el cargo de mandamás, tras Theresa May y una Margaret Thatcher a la que Truss tiene como referente. Toma el mando del país además en un momento marcado por varias crisis: la interna tras la caída de quien era su jefe, la económica derivada de la invasión rusa de Ucrania y la política, con los estragos del brexit.
«Es un honor ser elegida lideresa del Partido Conservador y Unionista», ha dicho desde el estrado en el acto organizado por los conservadores para anunciar el ganador tras proceso que Truss ha calificado como «una de las entrevistas de trabajo más largas de la historia», de forma irónica. «Como líder de nuestro partido, cumpliré aquello que prometimos a esos votantes en todo nuestro gran país».
Truss, que se mantuvo en el cargo mientras Boris Johnson caía, se ha ganado el favor de su partido y ha hecho de la economía su gran caballo de batalla, con una premisa por encima de otras: bajadas drásticas de impuestos. Ha repetido en numerosas ocasiones que no cree en «las limosnas del Estado» y cree que la sangría provocada por la salida de la UE -ella votó en contra- y la crisis provocada por la guerra se podrían amortiguar si la gente tiene «más dinero en sus bolsillos».
La nueva premier británica pasó por la Universidad de Oxford y sus primeros pasos políticos fueron en el Partido Liberal, aunque a mediados de lo 90 ya se afilió a los tories. Su carrera profesional, desarrollada como economista, ha estado ligada directamente con la actividad política, hasta que llegó a la Casa de los Comunes ya en el año 2010. Las familias y la educación han sido dos de sus grandes pilares y sin ir más lejos fue Secretaria de Estado de Medio Ambiente, Alimentación y Medio Rural en el Gobierno de David Cameron y Secretaria de Estado de Justicia con Theresa May. Después, ya con Johnson, ha ocupado los cargos de Ministra de Igualdad y de responsable de Exteriores.
Por otro lado, Rusia pone en jaque a Ucrania y el Reino Unido quiere poner en jaque a Putin. Con Truss han llegado sanciones, y una estrecha relación Londres-Kiev que parece inquebrantable. Además, en campaña la nueva primera ministra británica anunció que impulsará el sistema de defensa del Reino Unido si llega al poder y alertó de que «la era de la complacencia ha terminado». La mano dura, por lo tanto, es aplicable a casi todas las áreas. «Necesitamos asegurarnos de que el Reino Unido tiene los mecanismos disuasorios que necesita para liderar los esfuerzos globales para erradicar la agresión de Rusia y otros regímenes autoritarios», sentenció.
¿Y en cuanto a las relaciones con Bruselas? No habrá mejora con la nueva inquilina de Downing Street. De hecho sus palabras muestran más bien todo lo contrario. Pese a ser favorable claramente a la permanencia -dijo en su momento que no quería que sus hijas «necesitaran pasaporte para moverse por Europa»-, ahora representa la línea dura frente a Bruselas. Ya ha dejado claro que si no ve avances en las negociaciones invocará el artículo 16 del acuerdo, con el que se rompería el Protocolo de Irlanda, uno de los pilares del pacto. Este, por tanto, caería por su propio peso y tensaría al máximo las relaciones entre el Reino Unido y la UE. «Más normas, más papeleo y más retrasos», dijo en 2016 sobre la salida, pero ahora no se ha vuelto solo más pragmática en términos técnicos, sino más beligerante a nivel político.
Liz Truss ha sido elegida con los votos del 0,2% del electorado general, pero los designios de todo el país van a depender de sus decisiones. Sunak tendrá que esperar. Él quería cooperación, pero está por ver si ella acepta la mano echada de un rival que ya vuelve a ser compañero de partido. La nueva primera ministra británica tendrá que coser las filas conservadoras cuando queda poco más de un año para las elecciones. Su lucha es contra los sondeos, que dan ventaja a los laboristas, pero también contra un país con muchas heridas por coser, herencias del pasado y retos del presente.