Los monstruos son esos seres anómalos que desafían el orden y la norma. Unicornios, basiliscos o ballenas entran de pleno en esa categoría de lo maravilloso, lo horrendo y lo terrorífico que tan a menudo se encuentran en la propia definición del prodigio. La Biblia describe a muchas de estas criaturas de proporciones colosales y viles intenciones, entre ellas, al Leviatán.
¿Qué era el Leviatán bíblico?
Leviatán (liwyātān en hebreo) es el nombre que la Biblia concedió a uno de los tantos monstruos que pueblan el Antiguo Testamento, como Tannin, Rahab y Behemoth. Se cree que el vocablo liwyātān significa “el que se enrosca” o “el que serpentea”. Imaginado como un gigante serpentiforme, por tanto, el leviatán habita las aguas del océano y siembra el caos allá por donde pasa. Nadie se atreve a despertar su poder destructor inconmensurable que solo la divinidad es capaz de confrontar. El Antiguo Testamento suele citarlo, de hecho, con relación al poder de Dios, la única autoridad capaz de aplastarlo y destruirlo con toda su grandeza.
En algunos pasajes se le describe escupiendo fuego y su cuerpo, como el de los dragones de la literatura caballeresca, está cubierto de escamas impenetrables. En el libro de los Salmos se dice que Dios lo creó como las restantes criaturas de la tierra. Sin embargo, esto no impidió que Dios destruyese a su creación: lo partió por la mitad, aplastó sus múltiples cabezas y utilizó sus restos para alimentar a los tiburones.
Según el libro de Job, es el animal que representa a los orgullosos, mientras que Tomás de Aquino y San Jerónimo lo identificaron con el demonio de la envidia. Otras fuentes hebreas, como el Libro de Enoch, presentan al Leviatán como un monstruo femenino que habita los abismos salados. El cristianismo ha utilizado la imagen de Leviatán para aludir al demonio y sus tentaciones, a los peligros destructores del caos y a la oscuridad. En los textos religiosos, las imágenes de Leviatán y de Satán se superponen y llegan a confundirse.
Leviatán también se presenta como la bestia del anticristo. En el Apocalipsis de Juan se menciona una serpiente de siete cabezas que emerge de las aguas que se relaciona con su figura monstruosa. Como protagonista de una lucha encarnizada contra Dios y el orden, se ha percibido como el prototipo del monstruo del caos que es vencido al final de la batalla. Leviatán desafía las normas y, al mismo tiempo, las confirma al convertirse en la representación de lo negativo, lo oscuro y lo pecaminoso, de esas fuerzas que desestabilizan el universo a las que hay que combatir a toda costa.
Aunque en la Biblia tan solo se cita a Leviatán seis veces, su impacto cultural en las tradiciones religiosas hebreas y cristianas ha trascendido la aparente modestia de su figura. El filósofo Hobbes lo utilizó en su obra política Leviatán para aludir al Estado, mientras que la cultura popular y la música metal ha recurrido al monstruo para evocar imágenes de poder, negrura y terribilidad.
Los antecedentes de Leviatán
Como encarnación de un poder oscuro, peligroso y desestabilizante, Leviatán cuenta con una parentela mitológica en el Próximo Oriente antiguo. Se le emparenta etimológicamente con el Lītānu o Lotan de las religiones cananeas, donde Lītānu es el servidor del dios marino Yammu que Hadad (o Ba’al) consigue vencer, según narra el Ciclo de Baal.
Tiamat representa otra de las criaturas serpentiformes emparentadas con Leviatán. Según cuenta la composición mesopotámica del Enūma eliš, esta diosa primigenia de las aguas marinas tomó venganza por la muerte de Apsû, su consorte y dios de las aguas subterráneas. En una batalla encarnizada, Marduk se enfrentó a ella y consiguió darle muerte. Con el cadáver de la diosa, el nuevo dios supremo dio forma al universo. Partió su cuerpo por la mitad y, con las dos secciones, formó el cielo y la tierra. Con sus ojos produjo los cauces de los ríos Tigris y Éufrates, mientras que con su saliva creó las nubes y con sus pechos modeló las montañas.
Las tradiciones de Egipto y Grecia también contaron con sus propias versiones del Leviatán. Según se cuenta en la Ilíada homérica, Zeus venció a Tifón, colosal criatura alada de aspecto draconiano cuyo poder se asocia a los huracanes, los volcanes y los abismos. También, Apofis, la serpiente egipcia que intenta obstaculizar el viaje del sol a través del mundo de los muertos, recuerda en su peligrosidad al Leviatán.