No hay problema que le impida seguir su camino. A 19.900 millones de kilómetros de la Tierra, la legendaria sonda espacial Voyager 2, resiste. Y no solo lo hace con almacenamiento en cinta y 69 kB de memoria, sino con un grupo de otros componentes que han demostrado ser un verdadero prodigio la ingeniería.
La semana pasada nos enteramos de que la NASA había perdido contacto con la nave espacial. El problema, sorprendentemente, se había originado por un error involuntario. Los ingenieros enviaron una serie de comandos que hicieron que la antena del aparato lanzado en 1977 apuntara en la dirección incorrecta.
Las comunicaciones con la Voyager 2, al 100%
Una variación dos grados hizo que la Red de Espacio Profundo (DSN) de la agencia espacial estadounidense no pudiera conectarse con la Voyager 2, que seguía adentrándose sin pausa en el espacio interestelar. En este momento, la esperanza se situaba en el 15 de octubre, día en que la antena se ajustaría automáticamente.
Desde el Laboratorio de Propulsión a Reacción del Instituto Tecnológico de California y bajo la órbita de la NASA se empezó a trabajar en una alternativa. El pasado martes 1 de agosto, la DSN escuchó “el latido del corazón” de la sonda, aunque sin poder restablecer las comunicaciones normales con esta.
El paso siguiente fue enviar nuevos comandos con el objetivo de corregir la orientación de la antena. Los encargados de la misión dieron luz verde y, después de 37 horas de espera, la Voyager 2 respondió y se confirmó el éxito del intento. De esta forma, las comunicaciones se han restablecido al 100%.
Se trata, sin dudas, de una buena noticia para todos los apasionados del espacio. La Voyager 2 significa mucho, pues es la única nave que ha visitado Urano y Neptuno. Además, ha llegado al espacio interestelar, donde su nave espacial gemela, la Voyager 1, reside cómodamente desde hace más de una década. Larga vida a la Voyager 2.