Sucedió en el estadio Luzhniki, en pleno concierto de Rammstein: dos miembros se aproximaron sobre el escenario y juntaron sus labios. Fue un beso. Un beso con una clara connotación política, a tenor de los precedentes del grupo y de la recepción que su gesto ha tenido entre la opinión pública. Desde diversos rincones de la red se ha interpretado el gesto de Rammstein como un apoyo a la comunidad LGBT de Rusia y como una protesta contra la «ley de propaganda» aprobada por la Duma hace seis años. Una legislación que ha minado los derechos del colectivo.
El concierto. El beso de Rammstein, ejecutado por Paul Landers y Richard Kruspe, ha ganado trascendencia gracias a la propia promoción del grupo. Al subir una simbólica fotografía a sus redes sociales, sus seguidores estallaron (en su mayoría) en un mar de aplausos. No era la primera vez que Rammstein hacía algo parecido. Es habitual que sus miembros ondeen banderas LGBT durante sus conciertos, y que Landers y Kruspe se beseen (en un shippeo conocido como «Paulchard»).
El Este. Y no es casual que tales gestos hayan ganado notoriedad durante su gira por el Este del Europa. En Polonia, por ejemplo, Till Lindemann, cantante del grupo, fue manteado por sus seguidores mientras ondeaba una enseña LGBT. Pocos días antes había trascendido que un periódico local, Gazeta Polska, de tinte extremista, había repartido pegatinas que delimitaban «espacios libres» de personas homosexuales o no normativas. Rammstein aprovechó la circunstancia para reivindicar los derechos del colectivo.