El uso de aromas por parte del ser humano se remonta a la prehistoria. En el caso de los perfumes, nos referimos a olores agradables que, con mayor o menor elaboración, han formado parte de todas las civilizaciones y culturas de la historia, con usos tanto profanos, meramente cosméticos, como rituales y religiosos. La arqueología y los historiadores han podido rastrear la historia del perfume y comprobar cuáles fueron los primeros aromas que llenaron de olores los ambientes más antiguos poblados por el ser humano.
Hace un millón de años que los humanos dominamos el fuego. Es fácil imaginar a nuestros ancestros olfateando el rico olor que volaba con el humo de cualquier planta aromática echada al fuego. Por tanto, es probable que el primer perfume de la historia fuera el incienso: resinas y maderas aromáticas que al arder desprendían humo con un buen olor. Claro que es difícil encontrar evidencias concretas de un uso tan temprano del perfume. Éstas se encuentran en las civilizaciones con las que dio comienzo la historia propiamente dicha. Todo cuanto conforma una civilización tuvo su origen en el Próximo Oriente. El perfume también.
Perfume egipcio
Los aromas que lo impregnaban todo de ricos olores pasaron que ser parte esencial de la vida en la Antigüedad. Diversas fuentes de Mesopotamia y Egipto ofrecen testimonios directos de la preocupación, investigación y desarrollo de fragancias con distintos fines. Dora Goldsmith, egiptóloga de la Freie Universität de Berlín lleva años investigando los diversos aromas a los que hacen referencias los textos del Antiguo Egipto. Para acercarse aún más a los perfumes del pasado, empezó a realizar experimentos con los que recrea algunos de los perfumes más antiguos del mundo, datados con 5000 años de antigüedad.
“Y optó por empezar por el kyphi, uno de los perfumes más conocidos del antiguo Egipto y uno de los primeros del mundo del que se tiene constancia. Goldsmith explica que para nosotros se trataría más bien de un incienso, ya que se utilizaba para perfumar la casa, la ropa y el pelo de las mujeres, e incluso como una goma de mascar, puesto que el perfume también se podía comer. Además, el caso del kyphi es singular porque existía una versión para los templos dedicada a los dioses —lujosa, con muchos ingredientes y difícil de elaborar— y otra, más simple y rápida, producida como perfume para humanos”.
La primera perfumista
Unas tablillas de la antigua Babilonia nos hablan de la primera química conocida de la historia. La escritura cuneiforme, datada del año 1200 a. C., menciona a Tapputi-Belatekallim, la primera perfumista de la que tenemos constancia, una supervisora del palacio real que dejó por escrito recetas, productos y las elaboraciones necesarias para crear una fragancia para el rey de Babilonia a partir de rosas, bálsamo, cálamo, ciprés y mirra. Según Federico Kukso, autor del libro Odorama: historia cultural del olor:
“Hace unos tres mil años, en lo que hoy es Irak, Tapputi-Belatekallim era una figura de gran influencia, perfumista en una época en la que las sustancias perfumadas, más que amplificadores de la vanidad y del placer, eran ingredientes fundamentales de tratamientos médicos, ceremonias políticas y rituales religiosos, como el de ungir los íconos que habitaban en los santuarios encima de aquellos grandes templos con forma de pirámide que llamaban zigurats o el de preservar el cuerpo de los difuntos reyes y nobles durante las semanas insoportablemente largas en las que se extendían los elaborados ritos funerarios”.
El perfume de la Biblia
Las religiones del libro, el cristianismo, judaísmo y el islam, fueron herederas de muchos de los aspectos rituales y religiosos de origen mesopotámico y egipcio. Es por ello que la Biblia menciona en un centenar de ocasiones el uso de aromas. De hecho, en el libro del Éxodo (30:22-23) se explica la receta y el uso de un perfume sagrado:
“Habló más Jehová a Moisés, diciendo: Tomarás especias finas: de mirra excelente quinientos siclos, y de canela aromática la mitad, esto es, doscientos cincuenta, de cálamo aromático doscientos cincuenta, de casia quinientos, según el siclo del santuario, y de aceite de olivas un hin. Y harás de ello el aceite de la santa unción; superior ungüento, según el arte del perfumador, será el aceite de la unción santa. Con él ungirás el tabernáculo de reunión, el arca del testimonio, la mesa con todos sus utensilios, el candelero con todos sus utensilios, el altar del incienso, el altar del holocausto con todos sus utensilios, y la fuente y su base. Así los consagrarás, y serán cosas santísimas; todo lo que tocare en ellos, será santificado”.