Como Sísifo con su piedra, aproximadamente con las mismas ganas, millones de estudiantes acuden a sus universidades a primera hora de la mañana cada día de clase. A otros muchos la piedra les pasa por encima y desisten de acudir a la clase inaugural del día. Ahora, un estudio abre el melón: ¿son realmente necesarias las clases a primera hora de la mañana?
Que hay gente más propensa a madrugar y gente a la que se le pegan las sábanas con mayor facilidad es algo que todos sabemos. Ahora un nuevo estudio realizado por investigadores de distintas universidades de Singapur ha estimado algunas de las consecuencias en el ámbito académico.
Quizá la más evidente sea la peor asistencia. Los investigadores constataron un 10% menos de asistencia en las clases celebradas a primera hora (que en el ámbito en el que se realizó el estudio comenzaban a las 8:00 de la mañana).
El estudio también observó una relación curiosa entre las clases tempranas y las notas. Si bien las notas de las asignaturas impartidas por las mañanas no diferían significativamente de las notas de las asignaturas con clases más atrasadas, aquellos alumnos que tenían una proporción mayor de clases a primera hora en su agenda lograban peores calificaciones en su currículum.
No acaba ahí la cosa. Los investigadores combinaron en su análisis diversas fuentes de datos. Para analizar la asistencia se basaron en datos sobre la actividad del WiFi en el campus. Complementaron estos datos con la información académica de varias decenas de miles de alumnos.
Para su estudio, ahora publicado en la revista Nature Human Behaviour, los investigadores utilizaron también datos sobre accesos a los campus virtuales de la muestra completa de alumnos y datos de actimetría disponibles para un subgrupo de 181 alumnos para calcular los patrones de sueño de los estudiantes.
Comprobaron así que los estudiantes tendían a acostarse a las mismas horas independientemente de sus horarios y que por tanto los estudiantes con horarios más tempranos, simplemente, dormían menos horas.
O al menos de noche. Gracias a los datos de actimetría, los investigadores constataron también que los estudiantes compensaban esta falta de sueño nocturno con siestas a lo largo del día cuando tenían clases tempranas.
No es la primera vez que los científicos se ponen del lado de los estudiantes. En 2014, expertos estadounidenses llamaban a atrasar la hora de comienzo de las clases en los institutos norteamericanos hasta las 10 de la mañana. Esto podría, según el estudio, ayudar a los estudiantes (inmersos en cambios fisiológicos propios de la adolescencia) mejorar su rendimiento académico y reducir los riesgos para su salud.
Parece que un mejor desempeño académico está en el centro de los diversos estudios. Sin embargo, también fuera del ámbito estudiantil observamos importantes problemas a la hora de dormir. En España el problema es importante. Somos líderes en consumo de benzodiacepinas. Quizás deberíamos cambiar nuestra forma de combatirlo de buena mañana.