Eugenio Bonanata – Ciudad del Vaticano
Para la misa de Nochebuena, los ojos y los corazones del mundo entero se concentran en el pesebre de la Basílica de San Pedro. «Los preparativos están en pleno apogeo», afirma el cardenal Mauro Gambetti con vistas a la celebración, ilustrando la historia y los detalles de la puesta en marcha en un reportaje de Telepace realizado en el marco del programa del circuito Corallo titulado «L’Italia intorno alla culla – un viaggio alla scoperta dei presepi». Una tradición nacida en 1985 a instancias de San Juan Pablo II, después de que un escultor de origen alemán le regalara unas estatuas que representaban la natividad y algunos personajes. «Desde entonces – explica Gambetti – se ha iniciado esta hermosa costumbre. De ello se encargan los llamados sampietrini, es decir, el personal de la Fabbrica di San Pietro -formado por carpinteros, ebanistas y electricistas- que se ocupan del mantenimiento de la basílica y que también se encargan del belén para Navidad. «Es para ellos un honor preparar este admirable signo para los peregrinos», añade el párroco de la basílica, Fra Agnello Stoia.
El entusiasmo de los trabajadores
«Tardamos más de un mes en construirlo», afirma el arquitecto de la Fabbrica di San Pietro, Luca Virgilio, que elaboró el proyecto, realizado gracias a la contribución de todo el equipo. Todos destacan la dimensión coral del proceso. «Comienza con la base de madera», explica el carpintero Mauro Manni, que cuenta cómo esta gran estructura cubría por completo uno de los altares de la nave izquierda que procedía del baldaquino de Bernini. Sin embargo, el entusiasmo es el aspecto predominante de los trabajadores. «Cada año, el belén despierta en nosotros una emoción diferente», confirma Giovanni Troiani, que dice sentirse orgulloso de los elogios que ha recibido en los últimos días. También para Antonio Coco, otro representante del grupo, es «un honor» poder seguir realizando la obra que -subraya- también requirió varias intervenciones de albañilería.
Devoción y buenos sentimientos
El Cardenal Gambetti les agradece su compromiso e ingenio. «Por el belén, son capaces de dejarlo todo y quedarse incluso más allá de las horas: cada año añaden algo, cuidándolo cada vez más en cada detalle». Es un trabajo precioso, realizado con pleno respeto de las características del lugar. «En su pasión – prosigue – está la alegría de poder hacer algo que ayude a todos a entrar en esta espléndida historia que es la historia de Dios con el hombre». El Hermano Agnello recuerda otro detalle técnico. «Los sampietrini han dispuesto cuidadosamente bancos frente al Belén para que la gente pueda encontrar un momento de contemplación». Una solución eficaz en el flujo constante de creyentes y peregrinos que se refleja también en el asombro de los niños, muchos de los cuales se detienen con la boca abierta ante el belén de tamaño casi natural. «Lo que llama la atención -concluye el cardenal Gambetti- es que esta representación tiene la capacidad de suscitar atención, devoción y, probablemente, además de algunos buenos sentimientos, también algunos interrogantes sobre la propia vida y la vida del mundo».