El tracto gastrointestinal cuenta con una gran diversidad microbiana de hasta 100 billones de microorganismos entre los que se encuentran bacterias, arqueas, virus y parásitos. Este ecosistema se puede ver afectado por diversos factores como la genética, edad, alimentación, drogas, estrés, actividad física y ejercicio.
Se conoce que llevar un estilo de vida sedentario se relaciona con un mayor riesgo de presentar enfermedades crónicas, en donde la actividad física puede ser un factor de prevención y terapéutico.
Practicar actividad física aporta múltiples beneficios a la salud ya que mejora la composición corporal, la salud cardiovascular y cerebral, ayuda a regular la presión, mejora la concentración de lípidos y glucosa en sangre y disminuye el riesgo de presentar osteoporosis y cáncer.
La actividad física favorece el crecimiento de bacterias beneficiosas y células intestinales que mantienen la integridad del intestino, actuando como defensa contra los diversos patógenos. Estimula la comunidad bacteriana al alterar las especies que producen ácidos grasos de cadena corta, además favorecen la colonización de las cepas que promueven la salud y el rendimiento deportivo.
También se promueve la composición bacteriana que previene la aparición de la permeabilidad intestinal y disminuye los efectos sobre la microbiota intestinal de una dieta rica en grasas.
La actividad física puede incrementar la cantidad de Bacteroidetes y disminuir la población de Firmicutes.
Se ha visto que si se empieza a practicar actividad física desde una edad temprana sus beneficios son mayores y duraderos, pero pueden ir disminuyendo si se deja de practicar.
Además, se ha visto que la actividad física podría intervenir en las condiciones cognitivas como depresión o ansiedad y funcionales como Parkinson o Alzheimer a través de las modificaciones de la composición microbiana.
La práctica de ejercicio físico influye en que la microbiota aumente la producción de butirato que junto con los ácidos grasos de cadena corta activan otros mecanismos que ayudan a regular el metabolismo energético.
Durante la realización de ejercicio se liberan hormonas y neurotransmisores que pueden modificar la microbiota intestinal a través de una comunicación cerebro-intestino. La liberación de estas sustancias, la pérdida de peso, el aumento del tránsito intestinal y la producción de inmunoglobulinas son algunos de los factores mediante los cuales la actividad física puede modular o alterar la microbiota intestinal.
Referencias
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