ChatGPT puede escribir cuentos, poemas y libros, redactar presentaciones, picar código y cada día parece poder acometer más y más tareas. Precisamente queriendo explorar las posibilidades que tiene esta inteligencia artificial, un grupo de la universidad técnica suiza EPFL se preguntó si la IA sería capaz de diseñar un robot.
Los investigadores no querían únicamente saber si ChatGPT podría diseñar un robot. Además de eso, buscaban que el ingenio fuera útil. Para ello, la primera pregunta que le hicieron al chatbot fue la siguiente: “¿Cuáles son los mayores retos de futuro para la humanidad?”. «Queríamos que ChatGPT diseñara no sólo un robot, sino uno que fuera realmente útil», dice Cosimo Della Santina, uno de los autores del estudio. Al final, eligieron el suministro de alimentos como reto y, mientras charlaban con ChatGPT, se les ocurrió la idea de crear un robot que recolectara tomates.
El equipo siguió todas las instrucciones de diseño que ChatGPT le daba. Según Francesco Stella, uno de los investigadores, las aportaciones del chatbot fueron especialmente valiosas en la fase conceptual. «ChatGPT amplía los conocimientos del diseñador a otras áreas de especialización. Por ejemplo, el robot de chat nos enseñó qué cultivo sería más valioso económicamente para automatizar«.
ChatGPT también dio sugerencias útiles para la fase de ejecución, como, por ejemplo, la elección del material de que estaría compuesta la pinza que recogería los tomates. «Hacer la pinza de silicona o goma para evitar aplastar los tomates» y «un motor Dynamixel es la mejor forma de accionar el robot». El resultado de esta colaboración entre humanos e IA es un brazo robótico capaz de recoger tomates.
Los investigadores calificaron de positivo y enriquecedor el proceso de diseño colaborativo. Se dieron cuenta que con ChatGPT su papel como ingenieros se situaba en las tareas más técnicas.
En el estudio, publicado en Nature Machine Intelligence, los investigadores exploran los distintos grados de cooperación entre humanos y grandes modelos lingüísticos (LLM), como ChatGPT. En el escenario más extremo, la IA proporcionaría toda la información para el diseño del robot y el humano la seguiría ciegamente. En el caso del robot recoge tomates, el LLM actúa como investigador e ingeniero, mientras que el humano actúa como gestor, encargándose de especificar los objetivos del diseño.
Sobre el escenario más extremo, los investigadores afirman que con los LLM actuales aún no es posible que se dé y se plantean si sería deseable. «De hecho, los resultados de los LLM pueden inducir a error si no se verifican o validan. Los robots de inteligencia artificial están diseñados para generar la respuesta ‘más probable’ a una pregunta, por lo que existe el riesgo de desinformación y sesgo en el campo de la robótica», afirma Della Santina. Trabajar con LLM también plantea otras cuestiones importantes, como el plagio, la trazabilidad y la propiedad intelectual.
Los investigadores van a usar el robot recoge tomates para continuar con sus investigaciones sobre robótica. También quieren diseñar nuevos robots con LLM. De hecho, están centrados en la autonomía de las IA para diseñar sus propios cuerpos. «En última instancia, una cuestión abierta para el futuro de nuestro campo es cómo pueden utilizarse los LLM para ayudar a los desarrolladores de robots, sin limitar la creatividad y la innovación necesarias, para que la robótica esté a la altura de los retos del siglo XXI», concluye Stella.