La muerte de la influencer rusa Zhanna Samsonova se viralizó rápidamente en todo el mundo. Su nombre no era conocido por muchos, hasta que nos enteramos que se trataba de uno de los nuevos personajes de nuestra cultura, los influencers, aquellos que son referentes en redes sociales, que influyen sobre otros.
En este caso, Zhanna abogaba por consumir (solo) comida vegana cruda. A través de videos y posteos, postulaba que lo mejor para conservar una salud perfecta y no padecer ningún tipo de enfermedades era una dieta restrictiva solo a base de frutas crudas, brotes de semillas, batidos de frutas y jugos.
Aparte, fiel a ciertos postulados de ayuno muy frecuentes en las redes, practicaba periodos de “ayuno seco”, que era no solo no comer nada sino no ingerir ningún líquido. En cuanto a este último elemento vital, llevaba largos periodos sin tomar agua, solo jugos de frutas y verduras.
Si bien refieren que la causa de muerte fue de una patología similar al cólera, en realidad se encontraba en un estado de caquexia (pérdida importante de peso corporal, disminución del índice de masa corporal o IMC) e inanición, que es la intensa debilidad consecuente a la falta de alimentación, que ocasiona toda una serie de consecuencias orgánicas.
Un caso paradigmático
Su madre reveló que en varias oportunidades le pidió a su hija que abandonara esta dieta restrictiva en extremo y que buscara atención médica, intento que también hacían sus amigos, pero la influencer se negaba.
En medicina hablamos de viñeta clínica o caso paradigmático, cuando a partir de la historia de un paciente se puede extraer una cantidad de información y enseñanzas para al menos intentar prevenir los siguientes. El caso de Zhanna, parece ser el de un trastorno alimentario en parte, pero no solo eso, sino la evolución de este en asociación a componentes del mundo actual.
Al mismo tiempo vivimos una época de búsqueda de desestigmatización de la enfermedad mental, pero eso lleva a que en algunos casos esto signifique normalizar situaciones claramente definidas como patológicas hasta hace poco. Es interesante, quizás preocupante sea la palabra adecuada, que mientras que nadie dudaría que un dolor por detrás del esternón, posterior a un esfuerzo físico o a un episodio de estrés, que se irradia al hombro y/o la mandíbula, debe llevar a una consulta inmediata, a una evaluación cardiológica ante la probabilidad de un Infarto agudo de miocardio (IAM), en el área de los comportamientos todo es no solo opinable sino queda normalizado: “Son características de las diferentes personas”, “Son elecciones personales” etc.
Zhanna, claramente, no solo tomó una elección sino que la promulgaba, difundía su método que, sin duda, fue imitado por un porcentaje, cualquiera fuera este, de sus seguidores.
Este es el otro factor, ya no solo la elección es considerada soberana, aun a costa de la propia salud, en el caso de Zhanna la propia existencia, sino que genera el efecto imitación, el efecto Copycat que a veces se imagina solo ligado a los crímenes sobre otros, pero que también pueden ser sobre los que cometemos sobre nosotros mismos como son, por ejemplo, los desafíos en los cuales han muerto varios adolescentes (desafío de la ballena azul y otros).
Al mismo tiempo no solo Zhanna reflejaba todos los indicadores de un trastorno grave y peligroso para su salud, como lamentablemente se confirmó con los hechos, sino que estaba apartada de la realidad, desde ya a la básica de la propia supervivencia.
Mirar sus últimos posteos es ver alguien destruyéndose pero sin entender que lo hacía, o quizás sí, buscando hacerlo. Aquí aparece otro tema y es que la libre determinación, de la cual en la Argentina con nuestra ley de salud mental sabemos mucho, es que la persona que ha perdido contacto con la propia realidad, al mismo tiempo es quien evalúa si está en la realidad o no…y claro considerará que lo estará. El riesgo cierto e inminente de nuestra ley puede y suele, llegar tarde.
Eso nos lleva al planteo de la psicosis, que en definitiva simplificando el concepto es si uno está en contacto con la realidad o no. Zhanna festejaba el advenimiento de un tiempo en Tailandia, donde vivía en esos momentos, y por ello la temporada de un fruto del cual obtendría toda su alimentación absolutamente pura y saludable desprovista de tóxicos. Desafortunadamente, en su convicción obviaba el hecho de que ese fruto había sido irrigado con aguas cloacales y era desaconsejado para el consumo. En psiquiatría conocemos lo que es que pacientes en cuadros psicóticos ingieran tierra, o desechos, y se llama a eso “pica”, pero en este caso era una influencer.
Hay varios temas que pueden dejar muchas enseñanzas de este triste caso, pero quizás el principal: qué pasa con nuestra sociedad que, bajo la luz de la supuesta libertad y la autodeterminación así como por el hecho de no etiquetar o medicalizar a las personas, en realidad termina desprotegiéndolas.
¿Qué nos pasa como sociedad cuando un niño expresa algo que sabemos que lo puede perjudicar definitivamente en su vida pero lo validamos por el sacrosanto precepto de la supuesta libertad?
Al mismo tiempo, ¿estamos tomando en cuenta que todo esto pasa cuando una persona que claramente necesitaba ayuda y asistencia terminaba siendo una influencer?
Hay muchos ejemplos de Zhanna y en múltiples áreas. Quizás tengamos que hacernos cargo que ayudar y amar al prójimo no es convalidar estructuras delirantes o patológicas, y que eso tampoco es la desestigmatización, sino la peor de las estigmatizaciones, y aún más con las peores consecuencias.
Quizás, también signo de los tiempos, las publicaciones mencionan que su cuenta tenía 10000 seguidores al momento de su muerte, pero al momento de escribir esta nota ya lleva 32000 y creciendo.