La historia de los pingüinos africanos es apasionante, aunque también resulta un poco inquietante. Actualmente podemos encontrar estas aves en el extremo sur de África además de en otras regiones del globo, como el continente antártico, la costa sur de Australia o la costa occidental de Sudamérica. Si nos ceñimos a África debido a sus características ambientales se sienten cómodas en la costa occidental de Sudáfrica y Namibia, pero la población de pingüinos que reside en esta región del planeta es dramáticamente inferior a la que había hace miles de años.
El último máximo glacial tuvo lugar hace aproximadamente 20.000 años. Este periodo identifica el momento en el que las capas de hielo alcanzaron su máxima extensión durante la glaciación más reciente de la historia geológica de la Tierra, conocida habitualmente como la Edad de Hielo o la glaciación Würm. Este periodo ha sido muy estudiado por los científicos, y continúa siendo una etapa muy interesante porque puede ayudarnos a entender cómo ha evolucionado el clima y qué impacto ha tenido en los seres vivos mejor adaptados a él.
De hecho, una de las herramientas más valiosas que tiene el ser humano para predecir la evolución climática y geológica de nuestro planeta consiste en conocer cómo era en el pasado. Y también cómo se ha desarrollado hasta alcanzar su estado actual. A esto se dedica, precisamente, un grupo de investigadores del Departamento de Botánica y Zoología, así como de la Escuela de Estudios del Clima, de la Universidad de Stellenbosch, en Sudáfrica. Estos científicos están convencidos de que durante el último máximo glacial en las costas occidentales del sur de África vivían cientos de millones de aves marinas y pingüinos. Hoy el panorama es radicalmente diferente.
Si no puedes adaptarte lo mejor que puedes hacer para sobrevivir es emigrar
Hace veinte milenios el impacto de la actividad humana en el clima de la Tierra era inexistente. Los modelos climáticos actuales no pueden permitirse pasar por alto la huella del ser humano en el clima de nuestro planeta, pero también incorporan las interacciones que se producen de forma natural entre la atmósfera, el relieve terrestre, los océanos y las grandes masas de hielo. 20.000 años es mucho tiempo desde el punto de vista del ser humano, pero si contemplamos este periodo en el contexto de la historia geológica de la Tierra es un suspiro. Uno en el que a los pingüinos africanos les han pasado muchas cosas.
El doctor Heath Beckett, el científico que lidera a los investigadores de la universidad que he mencionado unas líneas más arriba, defiende en su investigación que en 1910 la isla sudafricana Dassen, que está situada en el océano Atlántico, tenía una población de 1,45 millones de pingüinos. Un siglo más tarde, en 2011, en toda Sudáfrica no quedaban más que unas 21.000 parejas de estas aves. Y en 2019 esta última cifra se redujo a tan solo 13.600 parejas. La tendencia es alarmante. Tanto, de hecho, que el estudio que han publicado estos investigadores en la revista científica African Journal of Marine Science sentencia que actualmente el 97% de la población de pingüinos de Sudáfrica está constituido tan solo por siete colonias.
Estas aves importan. Todos los animales con los que compartimos el planeta importan. Los cambios climáticos que se sucedieron después del último periodo glacial como consecuencia de la evolución natural del clima provocaron que millones de colonias de pingüinos se viesen obligadas a emigrar más al sur. Al continente antártico. Pero la actividad humana es en gran medida la responsable de la insoportable presión con la que se han visto obligadas a lidiar durante el último siglo. Y especialmente durante las últimas décadas. Esta es la tesis que defienden Beckett y sus colaboradores en su estudio con un propósito: poner de relieve la responsabilidad del ser humano en la prevención de la extinción a la que están condenadas algunas especies.