Guillermo del Toro estrena en Netflix «Pinocho», uno de sus proyectos más personales y un retrato de la muerte “como un ente necesario, hermoso y profundo», según explicó el director mexicano en una entrevista.
«Era fundamental que la vida y la muerte fueran hermanas y tuvieran un diálogo a través de Pinocho, (…) la vida sin la muerte no tiene sentido, si algo no acaba, nunca empezó», comentó el dos veces ganador del Óscar, quien comparte créditos en la dirección con Mark Gustafson.
Inspirado por la oscuridad del cuento homónimo de Carlo Collodi, y el recuerdo infantil del miedo que le infundió la película de Disney de 1940, Del Toro dedicó la mitad de su carrera al filme para demostrar que la animación no es cosa de niños, sino «arte».
El «Pinocho» del director tapatío presenta una historia luminosa que explora desde la sabiduría de la inocencia temas como la aceptación a lo diferente, el procesamiento de la pérdida y la responsabilidad paternal.
Su «interesante» relación con su padre y los errores que él mismo cometió con sus hijas en su afán por no repetir la misma historia, toman parte en la producción que este viernes llega a la plataforma por streaming después de haber circulado en salas de cines selectos.
«Es un poco un acto de contrición, de justicia, de cariño a lo complejo que es la paternidad en cualquiera de sus formas, es muy difícil y hermosa cuando te duele, cuando entiendes, cuando escuchas, cuando miras, y es terrible cuando no lo haces», dice el creador.
Guillermo (Guadalajara, México, 1964) expande esta idea de la filiación al presentar símbolos como la iglesia en donde se adora a Jesucristo, la muerte del padre de uno de los personajes o la aparición del dictador italiano Benito Mussolini.
«Una forma terrible de paternidad es el fascismo, la imagen paterna del hombre fuerte, del líder intransigente y autoritario, me parecía aterradora», comentó Del Toro, quien situó la película en la Segunda Guerra Mundial.
Dicho contexto planta en la trama otra dualidad con la que le interesaba trabajar, que tenía que ver con la realidad y la fantasía.
Pues comenta que la decisión de tener pocos personajes mágicos incrementaba el contraste entre ambos mundos.
El cineasta, que se ha caracterizado por su incansable lucha para promover la cultura en su país, realizó en México una pequeña parte del filme para impulsar la animación y apoyar el talento de directores locales como René Castillo, Luis Téllez, Rita Basulto, entre otros.