Vivir experiencias traumáticas en la infancia puede poner en riesgo la salud y la supervivencia de las personas en etapas posteriores de la vida. Sin embargo, cada vez hay más pruebas que apuntan a que forjar relaciones sociales sólidaspodrían mitigar estos efectos. No solo para las personas sino también para los primates.
Tras pasar 36 años estudiando a casi 200 babuinos del sur de Kenia, un grupo de investigadores ha publicado un estudio en Science Advances en el que concluye que las dificultades en la infancia pueden quitar años de vida, pero que forjar amistades sólidas en la edad adulta puede ayudar a recuperarlos. “Los babuinos que tuvieron una infancia difícil pudieron recuperar dos años de esperanza de vida formando amistades sólidas», dijo Susan Alberts, una de las autoras del estudio.
Los investigadores subrayan en el estudio cómo estudios anteriores han demostrado que las personas que sufren más experiencias negativas en la infancia, como abusos, abandono, padres que tienen enfermedades mentales, etc.) tienen más probabilidades de morir de forma prematura. Sin embargo, es más complicado averiguar cómo una cosa lleva a la otra. Aunque los inconvenientes de una educación dura están bien documentados, «los mecanismos subyacentes han sido más difíciles de precisar», afirma Alberts.
Una de las limitaciones que encontraron los investigadores fue que los estudios anteriores se basaban en los recuerdos que las personas tenían de su pasado y estos pueden ser subjetivos e imprecisos.
Para averiguar cómo tener una infancia dura podría relacionarse con una muerte prematura, los investigadores se propusieron estudiar a un grupo de primates salvajes, con los que compartimos más del 90 % de nuestro ADN. Desde 1971 han seguido casi a diario a un grupo de babuinos de Kenia, apuntando con qué animales socializaban y cómo les iba a lo largo de la vida.
Los científicos partieron de la hipótesis de que las personas que sobreviven a traumas infantiles suelen tener relaciones problemáticas cuando son adultas. La falta de apoyo social que se deriva de lo anterior es lo que acortaría su vida. Sin embargo, los hallazgos del presente estudio parecen ir en otra dirección y dar un poco de esperanza.
En la investigación, los científicos analizaron cómo las experiencias vitales en la infancia y las conexiones sociales en la edad adulta afectaban a la supervivencia de 199 babuinos hembra de Amboseli (Kenia) entre 1983 y 2019.
Los babuinos no crecen en hogares desestructurados o disfuncionales, pero sí que pueden vivir dificultades. El equipo calculó la exposición a dificultades de cada babuino hembra teniendo en cuenta seis posibles fuentes de adversidad temprana. Se fijaron en si su madre era de bajo rango o estaba socialmente aislada, o si había fallecido antes de llegar a la madurez. También observaron si había nacido en un año de sequía, en un grupo numeroso o tenía un hermano de edad similar, lo que podría significar una mayor competencia por los recursos o la atención materna.
Los resultados mostraron que, para los babuinos que crecen en el paisaje semiárido e impredecible de Amboseli, las experiencias estresantes son algo habitual. De los babuinos del estudio, el 75 % sufrió al menos un factor estresante y el 33 % dos o más.
Los análisis también confirmaron hallazgos anteriores y es que, cuantas más penalidades sufría una hembra, más corta era su esperanza de vida. Los investigadores demostraron que el 90 % de la disminución de la supervivencia se debía a los efectos de la adversidad temprana, y no al debilitamiento de los vínculos sociales que inevitablemente experimentan cuando son adultas.
Según demostraron los científicos, los efectos negativos se acumulaban e incidían en la esperanza de vida. Cada dificultad adicional se traducía en 1,4 años de vida perdidos, independientemente de lo fuertes o débiles que fueran sus vínculos con otros babuinos. Los animales que sufrieron cuatro malas experiencias durante su infancia murieron casi 5,6 años antes que los que no sufrieron ninguna, un gran descenso si se tiene en cuenta que la hembra media de babuino sólo vive hasta los 18 años.
A pesar de todo esto, los babuinos que han empezado con mal pie la vida no tienen por qué vivir forzosamente menos. «Las hembras que tienen un mal comienzo en la vida no están condenadas», afirma Elizabeth Lange, primera autora del estudio. De hecho, los investigadores descubrieron que los primates que establecieron vínculos sociales más fuertes, medidos estos como la frecuencia con la que se acicalaban con amigos cercanos, sumaban 2,2 años a su vida. Y esto, con independencia de lo que hubieran vivido en la infancia.
Resultó que los animales cuyas madres murieron antes de que ellos llegaran a la madurez, pero establecieron amistades fuertes en la edad adulta, fueron los que mejor se recuperaron.
Del mismo modo que las relaciones sociales fuertes pueden ayudar a mitigar los efectos de una infancia dura, ocurre al revés.«Los lazos sociales fuertes pueden mitigar los efectos de la adversidad en las primeras etapas de la vida, pero a la inversa, los lazos sociales débiles pueden magnificarla», dice Alberts.
Los investigadores dicen que todavía no pueden generalizar los resultados obtenidos con los babuinos a los humanos. Si fuera así, el estudio demostraría que la intervención temprana no sería la única manera para ayudar a las personas a superar los efectos de los traumas de la infancia.
«Descubrimos que tanto la adversidad en las primeras etapas de la vida como las interacciones sociales en la edad adulta afectan a la supervivencia de forma independiente», afirma Lange. «Eso significa que las intervenciones que se producen a lo largo de toda la vida podrían mejorar la supervivencia».