Familiares de las personas desaparecidas tras la explosión en San Cristóbal expresan: «Vivimos una agonía constante».

Casi dos meses después de la devastadora explosión que cobró la vida de al menos 38 personas en San Cristóbal, el dolor de la tragedia continúa resonando en cada esquina. Doce familias comparten una inmensa angustia al no tener restos que confirmen la pérdida de sus seres queridos en este trágico evento.

En la morgue del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif), donde se lleva a cabo el proceso de identificación por muestras de ADN de los restos, no se encontraron coincidencias con los miembros de estas familias, lo que ha aumentado la incertidumbre y ha dejado un ciclo de dolor abierto que parece no tener fin.

Diario Libre pudo conversar con dos de las familias afectadas, una de ellas compuesta por Ángel Luis Uribe, Luz Esther Mateo y la niña Paulette Brea, de siete años. Salieron una tarde en busca de zapatillas para la pequeña y herramientas para armar una cuna para la primera nieta de la pareja. Su vehículo quedó reducido a cenizas en la entrada de la tienda textil Toledo, una de las más afectadas. Aunque encontraron los restos del vehículo, los cuerpos nunca aparecieron.

Sumergido en el dolor y con un nudo en la garganta que apenas le permitía hablar, el padre de Luz Esther expresó que siente estar muerto en vida, ya que ella era una de sus razones de vivir. El señor José Mateo describió a su hija como una mujer llena de vida, dedicada a servir a Dios junto a su familia.

Una hermana de Luz Esther compartió su desconsuelo al expresar que no tienen ni siquiera un lugar donde llorarla. Aunque realizaron un culto en su honor para tratar de aliviar un poco la pérdida, su ausencia pesa profundamente.

«Después del 14 de agosto, nuestra vida cambió por completo. ¿Por qué? Porque no es lo mismo cuando tienes a alguien enfermo, sufriendo de alguna enfermedad, a estar en su lecho de muerte, poder consolarlo y despedirlo. No es lo mismo que cuando una persona sale de su casa llena de vida y salud, con metas y no regresa jamás», expresó Andrea Mateo, hermana de Luz Esther.

«Nosotros no tenemos más que los recuerdos que vivimos con ella», añadió. La señora Andrea mencionó que los responsables de la explosión no solo dejaron a su familia con las manos vacías, sino también «con la vida vacía».

Siente impotencia al no tener un lugar donde llevar flores a su hermana y su esposo. Asegura que nunca podrá sobreponerse a esta tragedia. Su meta, al igual que la de otros afectados, es buscar justicia y que el Inacif al menos entregue un acta de defunción de los desaparecidos para comenzar a cerrar procesos.

«Porque no me pueden decir que mi hermana va a regresar, no me pueden decir que ella no estaba allí, porque ella iba en la guagua blanca que estaba quemada frente a Toledo. Entonces que nos entreguen las actas y que manden gente que no sean de San Cristóbal para que investiguen bien, que esto llegue hasta las últimas consecuencias», precisó.

Una situación similar la están enfrentando los familiares de Juan Mateo Casilla, conocido cariñosamente como Bolívar, de 56 años, cuyo cuerpo tampoco apareció. Recién había regresado de almorzar y se reincorporó a sus labores en la tienda textil Toledo cuando ocurrió la tragedia.

Al hablar sobre la situación, su esposa Rudelania Araujo expresó que las autoridades fueron negligentes al sofocar el incendio, ya que tuvieron suficiente tiempo antes de que las llamas se extendieran por la zona. Cuando ocurrió el incidente, recibió una llamada de alguien cercano que le informó lo que estaba sucediendo, por lo que se dirigió al lugar y llegó justo antes de que las llamas se intensificaran.

«Aquí estamos con el dolor matándonos, sin tener un cuerpo y sin tener noticias de nada. Ni una acta ni nada, o sea, nada que compruebe que nuestro familiar haya fallecido, aunque sea así», expresó Araujo. Mantienen la habitación intacta para que el recuerdo de su esposo continúe en el lugar con la misma armonía que él le dio a su familia.

La madre de Juan, Patricia Casilla, manifestó que no hay palabras para expresar el dolor que siente por la pérdida de su hijo. Lo único que necesita son respuestas de las autoridades, ya que «no fueron animales los que murieron allí».

Desde el trágico evento, la señora de 82 años no ha tenido paz y siempre dirige su mirada hacia la puerta de su casa con la esperanza de verlo llegar. Acusa a las autoridades de ocultar evidencias que indican lo que realmente ocurrió y originó la explosión de esa magnitud.

Los familiares de Juan le realizarán un culto el próximo domingo en la vivienda de su madre, a pesar de no contar con su cuerpo, para presentarle su alma a Dios, como él hubiera querido, ya que era un hombre entregado al Señor.

La «comisión de la verdad», creada por algunas organizaciones para descubrir las causas exactas de la explosión en la zona cero de San Cristóbal, también está buscando respuestas. Uno de los representantes de la comisión, el doctor Manuel Antonio Nina, pidió a la procuradora general de la República, Miriam Germán, asignar un fiscal