Yale, hizo algo bien raro: dejó de bañarse. Esta decisión, que puede sonar extraña en una sociedad donde la limpieza diaria es valorada, tenía un propósito bien claro basado en la curiosidad científica.
Hamblin decidió explorar los efectos de no bañarse tanto en la salud de la piel y en el bienestar en general.
Hamblin, de 40 años, no estaba buscando hacer un experimento loco. Su meta era investigar cómo las prácticas de higiene modernas afectan nuestra salud. «Me siento bien. Uno se acostumbra. Me siento normal», dice Hamblin, quien ha limitado su limpieza corporal al uso de jabón de manos.
Su enfoque se centra en permitir que el cuerpo encuentre un equilibrio natural con los aceites y microbios que tiene la piel.
En su libro “Clean: The new science of skin and the beauty of doing less” (2020), Hamblin presenta un estudio sobre limpieza, piel y salud después de cinco años sin bañarse. Describe cómo su piel se ha adaptado, dejando de estar tan grasosa.
Este equilibrio se logra al evitar jabones fuertes que eliminan los aceites naturales de la piel. Según Hamblin, al reducir el uso de productos agresivos, el cuerpo ajusta su producción de aceite y mantiene un entorno microbiano más estable y saludable.
Hamblin dice que el olor corporal no siempre significa que uno está sucio, sino que hay un desequilibrio de microbios. Explica que el olor lo producen bacterias que se alimentan de las secreciones grasosas del sudor y de las glándulas sebáceas.
“Cuando usamos muchos productos de higiene, cambiamos el equilibrio natural de esos microbios, lo que puede favorecer a aquellos que causan malos olores”, dice Hamblin.
El cambio de Hamblin no fue de un día para otro. Empezó por espaciar los baños y reducir la cantidad de jabón, champú y otros productos para el cuidado personal. Este enfoque gradual permitió que su cuerpo se adaptara lentamente, minimizando las molestias y los olores corporales.
“Hubo momentos en que me quería bañar porque lo extrañaba, olía mal y sentía que estaba grasiento. Pero eso fue disminuyendo con el tiempo”, explica Hamblin. Con el tiempo, su piel y cabello se volvieron menos grasos y más equilibrados.
Hamblin menciona que, hasta hace poco, la mayoría de la gente no tenía agua corriente y que bañarse era más común entre la realeza. La producción masiva de productos de higiene y la tecnología de secuenciación de ADN nos han ayudado a entender mejor el microbioma de la piel.
“Los microbios en nuestra piel son tan importantes para cómo se ve y para nuestra salud como lo es la microbiota intestinal para el sistema digestivo”, destaca.
Aunque Hamblin no se baña, sí se enjuaga cuando lo necesita, especialmente cuando tiene el pelo sucio. “Puedes exfoliar o quitar los aceites simplemente frotando con las manos y peinando el pelo ocasionalmente. Eso es todo”, remarca.
Hamblin sigue lavándose las manos con jabón.
Se enjuaga el cabello con agua cuando está sucio o desordenado.
Se enjuaga con agua según sea necesario.
Sigue una rutina regular de higiene bucal.
Ha dejado de usar exfoliantes, cremas hidratantes y desodorantes.
Hamblin explicó que al reducir el uso de productos de higiene, rompió el ciclo de eliminar y agregar aceites sintéticos en el cabello y la piel. Insiste en que esta práctica no es obligatoria, sino una opción para quienes quieran explorar alternativas a los regímenes de higiene convencionales. Sugiere que adoptar duchas más cortas y menos frecuentes podría ser un buen primer paso.