La vida primigenia en nuestro planeta estaba plagada de microorganismos que durante más de 3.000 millones de años dominaron la Tierra. Sin embargo, hace alrededor de 700 millones de años, mucho antes de que aparecieran los dinosaurios (hace 230 millones de años), algo pasó: un grupo de esos mismos microorganismos siguió su propio camino evolutivo y pavimentó la rama de la que descienden todos los animales de nuestro planeta.
El nuevo estudio, publicado en la revista Nature, encontró que los ctenóforos son los parientes más cercanos de los primeros animales y todavía se pueden ver en los océanos y acuarios de hoy en día. Sin duda, una innovadora investigación que ofrece nuevos conocimientos sobre los primeros puntos de la evolución animal, remontándose a más de 700 millones de años.
El primer animal sobre la Tierra
Los nuevos datos sugieren que las medusas peine (ctenóforos), que, contrariamente a las apariencias, solo están escuetamente relacionadas con las medusas verdaderas, ganan el estandarte de ser los «primeros en la Tierra».
«El ancestro común más reciente de todos los animales probablemente vivió hace 600 o 700 millones de años. Es difícil saber cómo eran porque eran animales de cuerpo blando y no dejaron un registro fósil directo. Pero podemos usar comparaciones entre seres vivos animales para aprender sobre nuestros ancestros comunes», explica Daniel Rokhsar, biólogo molecular y coautor del estudio de la Universidad de California, Berkeley. “Es emocionante: estamos mirando hacia atrás en el tiempo donde no tenemos esperanza de obtener fósiles, pero al comparar genomas, estamos aprendiendo cosas sobre estos ancestros muy tempranos”.
Los investigadores se propusieron resolver las relaciones del árbol de la vida animal, para proporcionar una mejor comprensión de los orígenes y la evolución. El hecho de que los ctneóforos sean los parientes más cercanos de los primeros animales pone fin al debate acerca de que las esponjas marinas fueron los primeros animales, porque sus fósiles datan de unos 600 millones de años. Ahora sabemos que no es así.
Para llegar a esta resolución, los expertos combinaron esfuerzos para secuenciar los genomas de otro ctenóforo y esponja, así como de tres organismos unicelulares fuera del linaje animal: un coanoflagelado, una ameba filasterea y un parásito de peces conocido como ictiospora. Ahí fue cuando descubrieron patrones que indicaban claramente el orden de los eventos evolutivos entre los organismos. Los cromosomas de esponjas y otros animales exhibieron reordenamientos claramente diferentes a los de los ctenóforos. Esta evidencia sugirió que los ctenóforos se habían ramificado antes de que ocurrieran estos reordenamientos en otros linajes.
“Esa fue la prueba irrefutable: encontramos un puñado de reordenamientos compartidos por esponjas y animales que no son ctenóforos. En contraste, los ctenóforos se parecían a los no animales”, aclara Rokhsar. «La explicación más simple es que los ctenóforos se ramificaron antes de que ocurrieran los reordenamientos».
Fue un trabajo de la talla de un detective pero, sin duda, tal y como opinan los autores, “esta investigación nos aporta un contexto para comprender qué hace que los animales sean animales. Este trabajo nos ayudará a comprender las funciones básicas que todos compartimos, como cómo perciben su entorno, cómo comen y cómo se mueven«.
Criaturas particulares
Los ctenóforos tienen ocho conjuntos de cilios, similares a tentáculos, que recorren sus costados y que utilizan para impulsarse a través de los océanos mientras viajan más de seis kilómetros por debajo de la superficie. Podemos encontrarlos en una impresionante variedad de formas, tamaños y colores. Pueden ser translúcidos o tener pigmentos vibrantes que crean una exhibición fascinante a medida que se mueven por el agua. Una de las características más cautivadoras de los ctenóforos es su capacidad para producir bioluminiscencia (la producción y emisión de luz por parte de los organismos vivos). Estos animales generan su brillo bioluminiscente a través de células especializadas llamadas fotocitos y es posible que cumpla varias funciones, incluida la atracción de presas, la disuasión de los depredadores y la comunicación dentro de la especie.