Sherlock Holmes no existió, pero tiene un digno y real representante en la historia: Eugène-François Vidocq. Un hábil espadachín que huyó de los convencionalismos de su época, pionero de la criminología, dominó el arte del disfraz para infiltrarse entre los criminales y su maestría para adoptar distintas personalidades llegó a tal nivel que fue contratado para matarse a sí mismo. Sus métodos no fueron los habituales, por lo que despertó tanta admiración como rechazo. Aunque, por supuesto, Vidocq también tiene importantes diferencias con Sherlock Holmes: era un mujeriego y, sobre todo, antes que policía, fue ladrón.
El ‘padre’ de la criminología fue un delincuente
En una de las aventuras que Conan Doyle escribió sobre su famoso detective, Sherlock Holmes dice que “es una suerte para la comunidad que no sea un criminal. De lo contrario, sería un criminal imparable”. La idea no pierde un ápice de realidad por más que fuera formulada por un detective ficticio. El doctor Fernando Cardini, criminólogo y toxicólogo forense, sostiene que:
“Para ser un buen investigador criminal hay que ser en potencia un buen criminal”.
Según Cardini, esto permite formular hipótesis más adecuadas a una investigación, encontrar indicios y reconstruir los hechos para atrapar a un criminal. Quizás por esto resulta que el primer detective de la historia fue un pendenciero reformado. Cardini va más allá en reconocer los aciertos de Vidcoq, de quien escribe que “sin lugar a dudas fue el primero en hacer un arte de la investigación criminal y utilizar la inducción y la deducción en cada caso que le tocaba investigar […] Después de 200 años de sus andanzas tenemos todos mucho que aprender de su filosofía para encarar la investigación de un hecho delictivo”.
Vidocq tuvo una vida tan agitada que no es de extrañar que inspirara a autores como Edgar Allan Poe y que su biografía haya sido llevada al cine en varias ocasiones. Fue el tercero de los siete hijos que tuvo un panadero asentado en Arrás, una ciudad del norte de Francia. A sus 15 años, en 1790, Vidocq robó dinero de su casa y huyó con la idea de embarcarse hacia América en busca de aventuras y riquezas. Se unió a un grupo que tenía las mismas intenciones, pero en una borrachera le robaron el dinero a Vidocq y el joven tuvo que buscarse la vida como pudo. Un ladrón robado por otros ladrones. Desde luego las aventuras las encontró rápido.
Acabó ingresando en el ejército en plena guerra de Francia contra Austria, pero semejante personaje indisciplinado no podía tener recorrido en este ámbito. Apenas estuvo dos años en el cuerpo de granaderos, un tiempo que Vidocq dedicó a desafiar a duelos hasta una veintena de contrincantes. Según contó él mismo, dio muerte a dos de ellos. En 1792 se metió en el lío más importante hasta la fecha. Agredió a un superior del ejército, lo que por entonces estaba penado con la muerte. Vidocq tuvo que huir y fue perseguido por desertor. Se refugió nada menos que con el bando enemigo, pero también tuvo que huir del ejército austríaco.
Misión imposible: encerrar a Vidocq
Se marchó a Bélgica con papeles falsificados en los que se hacía llamar Rousseau y allí se unió a una banda de forajidos. Vidocq se dedicó a robar, al contrabando y a estafar cuanto podía haciendo uso de disfraces y actuaciones con las que se hizo pasar por marino, banquero, noble e incluso monja. Claro que una actividad tan incesante por un tipo tan descarado no pasó desapercibida. Fue encarcelado varias veces, tanto en Bélgica como en París, a donde se marchó para continuar sus delictivas ocupaciones. Demostró ser un especialista para escaparse de las prisiones.
“A causa de sus fugas, algunas inverosímiles, como la que protagonizó en el temible presidio de Toulon, donde estaba aherrojado de manos y pies, Vidocq se hizo célebre en toda Francia”.
Su reputación llenó páginas de prensa y los lectores seguían con atención las novedades para ver cuánto tardaba en volver a escapar. Habría pasado a la historia como uno de los delincuentes más buscados, pero Vidocq decidió cambiar por completo su vida.
De ladrón a policía
Corría el año 1809, Vidocq llevaba 34 años sobreviviendo en el lado de la delincuencia y quiso ponerle fin entonces. Vidocq fue apresado en Lyon y allí pidió hablar con Dubois, el comisario general. Dada la fama que tenía Vidocq, Dubois sintió curiosidad y consintió que trajesen al preso ante él. Vidocq le dijo que lo reclutara como policía, había decidido dejar atrás sus días de ladrón y estafador. Dubois, cansado de oír la misma mentira en otro preso más, se giró y se estaba marchando cuando Vidocq le hizo una propuesta sorprendente:
“Ahora me llevarán dos gendarmes inmovilizado con grilletes hasta la prisión. Si logro escaparme en el trayecto y regresar, será esto una prueba de buena fe”.
Quince minutos después de la conversación, Vidocq se había escapado y estaba de vuelta en el despacho de Dubois, que aceptó probar sus habilidades en el lado de la ley. El famoso delincuente ahora pasó a infiltrarse en la cárcel como un preso más en busca de chivatazos y cotilleos para informar a la policía. En un par de semanas demostró unas cualidades excelentes para ser policía. Vidocq fue indultado y lo pusieron a trabajar en las calles, donde empezó a atrapar a delincuentes en los escondites que él bien conocía y con los disfraces y personalidades indicados para cada contexto. Pero Vidocq fue más allá y revolucionó la esfera policial.
El primer detective de la historia
Eugène-François Vidocq fundó en 1811 la Brigade de la Sûreté (Brigada de la Seguridad) que más tarde sería renombrada como Sûreté Nationale (Seguridad Nacional). Ideó un nuevo tipo de policía que no se limitaba a actuar tras el delito, sino que investigaba para intentar evitarlo. Seis años después, Vidocq tenía bajo sus órdenes a doce detectives instruidos por él mismo entre los que se encontraban mujeres y otros exconvictos especialistas en falsificaciones, robos, estafas y crímenes.
Se infiltraban entre los maleantes para recabar información, Vidocq ideó un pionero sistema de fichas para delincuentes con sus descripciones, introdujo los estudios de balística y tomó muestras de huellas en las escenas de crímenes a partir de moldes. Por estos innovadores métodos es considerado por muchos como el padre de la criminología.
De la persona a la leyenda
Sin embargo, tampoco duró mucho en esta ocupación a pesar de sus destacadas dotes. En 1832 fue acusado de un crimen y tuvo que abandonar su puesto. Intentó retomar la actividad fundando una de las primeras agencias de detectives privados de la historia, junto a la de los Pinkerton en Estados Unidos. Pero, de nuevo, en 1842 volvió a tener problemas con la justicia por detenciones ilegales. Logró ser absuelto, pero no volvió a trabajar como detective.
Vertió sus desdichas y aciertos en unas memorias que le ayudaron a escribir, así como novelas basadas en sus aventuras como detective. Un hombre convertido en leyenda que inspiró la creación de Auguste Dupin por el autor Edgar Allan Poe o dos de los personajes principales de “Los miserables” de Victor Hugo.
Vidocq sufrió una parálisis y murió en París el 11 de mayo de 1857. En el recuerdo y los libros de historia quedan sus fechorías, aventuras, leyenda e influencias en el oficio de detective.