La esclerosis múltiple es una enfermedad neurológica crónica y degenerativa que afecta al sistema nervioso central y que provoca daños en la capa protectora que rodea las fibras nerviosas, la vaina de mielina. Este daño provoca una interrupción en el flujo de mensajes del sistema nervioso que se traduce en una amplia variedad de síntomas, desde la fatiga hasta la dificultad para caminar pasando por problemas de visión o de planificación.
Se trata de una enfermedad en la que el sistema inmunológico ataca al sistema nervioso provocando lesiones inflamatorias. Aproximadamente, el 90% de los pacientes debutan con brotes, lo cual provoca una enorme alarma individual, al no comprender lo que está sucediendo.
La incidencia de la esclerosis múltiple incrementa a medida que aumenta la latitud en ambos hemisferios, siendo más elevada entre los 40º y los 60º, para volver a disminuir más allá de los 65º latitud norte y sur. De esta forma, se trata de una enfermedad prácticamente inexistente entre los indígenas de África ecuatorial y los nativos inuit de Alaska.
La causa de la esclerosis múltiple es todavía un enigma, generalmente suele aparecer en personas genéticamente predispuestas en las que hay influencia de uno o varios factores ambientales, desconocidos en la actualidad. Algunos defienden que puede influir un déficit de vitamina D, otros que puede de tratarse de un virus con el que se tiene contacto durante la infancia e, incluso, algunas investigaciones definen que podría existir una cierta relación con los viajes que realizaron los vikingos. Los viajes de estos escandinavos habrían podido a ayudar a la extensión de la enfermedad.
Los primeros casos
La descripción más antigua de un paciente con esclerosis múltiple la encontramos en el siglo XII en la “Isla Saga” de San Tolarkr (1133-1193) –el santo patrono de Islandia- en donde menciona que una mujer vikinga llamada Hala sufrió ceguera y trastornos del lenguaje que recuperó después de varios días de sacrificios y oración.
El segundo caso documentado aparece en el siglo XIV, fue santa Lidwina de Shceidam (1380-1433), una monja holandesa que comenzó a sufrir los primeros síntomas a los 16 años de edad y que se prolongaron hasta su fallecimiento, superada la sexta década de la vida. En su diario se puede leer que sufrió trastornos del habla, debilidad en el brazo derecho, ceguera, dolores lancinantes en varias zonas del cuerpo, trastornos de la deglución y de la sensibilidad.
A pesar de todo habría que esperar hasta el siglo XIX para el neurólogo francés Jean Martin Charcot (1825-1893) reconociera a la esclerosis múltiple como una entidad propia, enfatizara en el concepto de desmielinización y la bautizará con el término de “esclerosis en placas”. Además, estableció tres síntomas característicos de la enfermedad: trastornos del habla (disartria), de la marcha (ataxia) y temblor.
La maldición de Odín
Hace ya varias décadas el científico estadounidense Charles Poser asoció la mayor incidencia de esclerosis múltiple con las invasiones vikingas y las migraciones de estos intrépidos guerreros. De una forma poética podríamos que decir que la maldición de Odín quedó impresa en el sistema nervioso central: “Delenda est mielina” –que la mielina sea destruida-.
De esta forma, los países más afectados serían los países escandinavos, el origen de los vikingos, junto con Islandia y Reino Unido, lugares en los que existe documentación de la presencia vikinga. También en colonias anglosajonas (Australia, Canadá, Estados Unidos y Nueva Zelanda), hasta donde habrían llevado los genes vikingos. En nuestro país existe una incidencia más elevada en Galicia, una zona de contacto vikingo.
Los defensores de esta teoría señalan que en el área mediterránea la isla de Cerdeña tiene más del doble de incidencia de esclerosis múltiple que el resto de Italia, y subrayan que fueron los sardos los que sufrieron una mayor virulencia de las razias vikingas, en comparación con los habitantes peninsulares.
Si fijamos nuestra mirada en Oriente Próximo, encontramos incidencias muy diferentes en pueblos muy próximos como pueden ser los jordanos, kuwaitíes, israelíes o palestinos. La explicación también podría estar relacionada con la maldición de Odín, ya que los vikingos realizaron incursiones siguiendo las navegaciones fluviales de los ríos Dniéper y Volga, estableciéndose a lo largo de las rutas comerciales de los mares Negro y Caspio. Se sabe que hacia mediados del siglo IX llegaron a Bagdad y que atacaron por sorpresa Constantinopla.
Un futuro esperanzador
Si echamos la vista atrás, a pesar de que no hay un tratamiento curativo, disponemos de un arsenal terapéutico mucho mayor que hace apenas dos décadas. En este momento la terapia frente a la esclerosis múltiple se asienta en cuatro pilares: tratamiento de los brotes, del curso de la enfermedad, de la sintomatología y rehabilitador.
Las investigaciones sobre la enfermedad no dejan de arrojar nuevos datos y, muy probablemente, a corto plazo dispongamos de nuevas terapias que permitan modificar la evolución de la enfermedad, disminuyendo el número de recaídas y alargando el tiempo libre de enfermedad.