En 2008 Wall-E lanzó muchas predicciones sobre nuestro futuro. Ha acertado en la mayoría de ellas

Hace más de una década, en 2008, Pixar lanzó Wall-E. Una película que pintó una visión sombría sobre nuestro futuro. La premisa era simple: Wall-E, un robot compactador de basura, encontraba una planta, viajaba al espacio y emprendía una misión para preservarla y devolver a los humanos a una Tierra convertida en un gigantesco vertedero. Pero ¿cuánto de todo aquello era comparable con la vida real?

Pues bastantes cosas.

A grandes rasgos: coches autónomos, humanos pegados a las pantallas de sus dispositivos, basura por todas partes, una empresa que gobierna a todo el mundo. ¿Suena familiar, no? Debutando en plena crisis económica, la sociedad distópica que rodeaba al robot asustó a muchos con sus predicciones catastróficas.

La película muestra una Tierra inhabitable a causa del cambio climático, con los últimos humanos vivos, turistas espaciales obesos que se comunican sólo por videollamada y dependen de batidos sustitutivos de la comida para su sustento. Hay similitudes con nuestra realidad actual, con eventos climáticos extremos cada vez más frecuentes, tasas de obesidad altísimas, y llamadas de Zoom que se apoderaron de nuestras vidas en la pandemia.

Wall-E.

La nave de los personajes se llama Axiom y aquí es donde entra en juego SpaceX, el proyecto espacial de Elon Musk. El lanzamiento de la compañía el 8 de abril del año pasado transportó a tres turistas a la Estación Espacial Internacional para un viaje de 12 días, y se denominó «Axiom Mission 1», algo que seguramente no fue una casualidad.

Wall-E es aparentemente la historia de dos robots que se enamoran. Pero también habla del consumismo extremo y la adicción a la tecnología. «Por lo general, disfruto tener razón, pero no en este caso. No quería tener razón en tantas cosas en esta película», explicaba Andrew Stanton, escritor y director de WALL-E, en este artículo de Bloomberg.

El film comienza con el robot de limpieza deambulando por una Tierra post-apocalíptica y abandonada. Cada poco, tiene que buscar refugio cuando empiezan fuertes tormentas. Eso refleja una realidad más precisa de lo que pueda parecer: el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático ya avisó hace dos años de que los eventos climáticos extremos que solían ocurrir solo una vez por década ahora ocurren cada tres años.

Una empresa para gobernarlos a todos

En la película, el cambio climático es causado por un consumo desenfrenado. La culpa la tiene una empresa, Buy’N’Large, que tiene el monopolio. Hay más de un parecido con Amazon, cuyas ventas anuales oscilan en torno a los 500.000 millones de dólares, y que controla alrededor del 40% del mercado de comercio electrónico en los países occidentales. La empresa con sede en Seattle fue claramente la inspiración para Stanton hace más de 15 años.

Hay más paralelismos con Amazon y su fundador Jeff Bezos. Buy’N’Large también opera la nave espacial de la película. Y Bezos es dueño de Blue Origin, una compañía que también ofrece viajes espaciales para turistas.

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Pero fue otro multimillonario del sector tecnológico quien ayudó a Stanton y su equipo de redacción a desarrollar su visión de la dirección del viaje de la humanidad: Steve Jobs. El cofundador de Apple también fue director ejecutivo de Pixar. Eso significó que Stanton vio el iPhone un año antes de su lanzamiento en 2007. Estaba en una fiesta en la que Jobs no pudo evitar mostrarle el dispositivo. «Creo que su ego se apoderó de él», comentaba.

Consumismo excesivo

Por otro lado, los rascacielos son reemplazados por enormes montañas de basura que se extienden más alto que las nubes. Wall-E pasa sus días condensando esas pilas de basura. En el mundo real, la eliminación de residuos ya es un problema importante en nuestro mundo, ya que solo los estadounidenses generan más de 735 kilos de basura por persona al año.

En la película, coches eléctricos y autónomos transportan a la población obesa, equipados con una pantalla que obstruye incluso la línea de visión del pasajero. Estos se sientan y recorren las calles bebiendo enormes botellas Buy’N’Large mientras pasan sus días viendo anuncios de la misma empresa y consumiendo sus productos. En el mundo real, los smartphones y las redes sociales también empujan los ojos de los usuarios hacia sus dispositivos. La delgada línea entre la realidad y la ficción tecnológica continúa desdibujándose. Y Wall-E lo predijo casi todo.

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