Los que siguen la serie The Crown desde sus comienzos lo saben bien: sólo un puñado de personajes a lo largo de los setenta años de reinado de Isabel II consiguieron conmover a la monarca retratada por Peter Morgan. Penny Knatchbull, conocida también como Lady Romsey, condesa Mountbatten de Birmania, e interpretada en el drama histórico de Netflix por la actriz británica Natascha McElhone –The Truman Show (1998) y Californication (2007-2014)– se roba la atención de la quinta temporada estrenada el mes pasado precisamente por eso; luego de su primer encuentro a solas con ella, la reina, esa mujer de hielo entrenada desde la cuna para evitar cualquier sentimentalismo clasemediero, no puede contener las lágrimas.
Es el dolor en el centro del ego de quien debe, a pedido de su marido, el príncipe Felipe, acercarse a quien se ha convertido en su compañía “intelectual y espiritual”. La soberana, según el guión, tenía otras intenciones: que el duque de Edimburgo dejara de ver a la joven esposa de su ahijado, Norton Knatchbull, tercer conde Mountbatten de Birmania y nieto de Louis Mountbatten —último virrey de la India, primo de Isabel II y tío carnal de Felipe–. Pero la contrapropuesta de quien para entonces ya llevaba más de cuarenta años a su lado la desarma por completo: “¿Me estás pidiendo que legitime tu…?”, pregunta ella. “Mi amistad. Mi compañía. Y sí”, responde él sin concesiones.
La acompañante del príncipe Felipe había nacido el 16 de abril de 1953, cuando el marido de la reina tenía 32 años. Poco menos de la edad que tenía ella cuando la tragedia la hizo aferrarse al duque. Fue a principios de los noventa, tras la muerte de su hija menor, Leonora, víctima de un fatal cáncer de hígado con sólo cinco años. En la ficción, es la propia Isabel la que empuja a su consorte a apoyar a su ahijado y a su esposa tras la pérdida.
En la realidad, Penélope Eastwood era una belleza plebeya como pocas, hija de un humilde carnicero que se hizo millonario tras fundar la cadena de restaurantes Angus Steakhouse. Fue así como Penny accedió a una educación de élite y, mientras estudiaba Administración de Empresas en la London School of Economics, conoció al tercer conde Mountbatten de Birmania. Iban a casarse en septiembre de 1979, pero la boda se pospuso después de que el IRA asesinara a Louis Mountbatten, Doreen Knatchbull –la abuela paterna del novio–, y a Nicholas, su hermano de 14 años, apenas un mes antes.
Todavía estaban de luto para la ceremonia, que se hizo en la Abadía de Romsey, en Hampshire, el 20 de octubre de 1979 ante 900 invitados y con un padrino que sería la llave de la relación de Penny con la realeza: nada menos que el príncipe Carlos, primo e íntimo amigo de Norton desde la adolescencia, cuando compartieron clase en el internado escocés de Gordonstoun.
También se ve en esta temporada de The Crown: Penny era cercana a Lady Di y compartió con ella y Carlos unas vacaciones por el Mediterráneo en 1990. Fue justo antes de que Leonora, nacida en 1986 como la tercera de los Knatchbull luego de Nicholas (1981) y Alexandra (1982), fuera diagnosticada con el tumor por el que perdió la vida en octubre de 1991.
La serie no pone sobre la mesa más datos de los que se filtraron por entonces a la prensa especializada. Como forma de consuelo, el duque de Edimburgo le enseña a la devastada Penny los secretos de la conducción de carruajes, uno de sus pasatiempos favoritos. No se ven entre ellos más que gestos y guiños, pero el aire –como entonces lo captaron los tabloides– insinúa que lo que les pasa a ambos podría trascender la mera amistad. Aunque la doblaba en edad, Felipe era un dandy y un caballero con fama de donjuán, que había encontrado en ella una compañera a la que no estaba dispuesto a renunciar. Al punto en que, como narra la periodista experta en la corona británica Ingrid Seward en la biografía Prince Philip Revealed (2020), Lady Romsey “se ganó el apodo de ‘y también’, pues a menudo la invitaban a pasar fines de semana en el castillo de Windsor” junto a la reina y Felipe. Una fórmula que los medios aprendieron a repetir de memoria: “De la gala participaron la reina, el duque de Edimburgo, y también Penny Knatchbull”.
Seward sostiene que, en efecto, el amor entre Lady Romsey y el marido de Isabel II fue puramente platónico: “Ambos (Felipe y la reina) admiraban a Penny por su espíritu indomable, su dignidad y su gracia, y se aseguraban de incluirla en sus vidas en la medida de lo posible”. Penny llegó a tener tanta influencia sobre Felipe que, según la cronista real, fue ella quien lo convenció de que renunciara a su permiso de conducir tras su accidente en 2019. Lo acompañó hasta el final de sus días, en abril del año pasado, y no sólo fue una de las pocas presentes en la intimidad de su funeral, sino también en el de la reina, en septiembre último.
Confidente del duque de Edimburgo por tres décadas, con él tenía en común lo que no parecía unirlo a Isabel: sus pasiones, sus hobbies, las largas discusiones filosóficas y un fino sentido del humor. Según Seward, fue Felipe quien estuvo a su lado aconsejándola sobre la gestión de Broadlands, la espectacular finca del siglo XVIII, con 60 habitaciones en las afueras de Romsey que heredó junto a Norton al casarse, y donde descansan los restos de su hijita. Sobre todo después de que, en 2010, el ahijado de Felipe huyó a las Bahamas con su amante, la diseñadora de moda Eugenie Nuttal, y también tras su regreso a Broadlands en 2014, después de que le diagnosticaran Alzheimer.
¿Hubo algo más que una amistad entrañable y casi paternal entre Penny y Felipe? McElhone, la actriz que le da vida en The Crown, declaró a Radio Times: “Rara vez vemos en la pantalla a un hombre y a una mujer manteniendo una profunda amistad en la que no se alude al romance. La riqueza de esas amistades, esa lealtad. Nuestra historia comienza cuando realmente él ve que está sumida en un profundo dolor, en una gran pena, y le tiende una mano, le da un empujón, para que vuelva a la vida”.
Mientras la verdadera Lady Romsey evita hacer comentarios, la biógrafa del rey contó recientemente al diario The Sun cómo era la química entre ella y Felipe, que tuvo oportunidad de ver, por ejemplo, durante el baile anual del Royal Yacht Squadron –un exclusivo club de dueños de grandes veleros en la isla de Wight–.”Parecían dos participantes de Bailando por un Sueño […], pegados y moviéndose perfectamente al unísono. Sólo cuando en un giro vi de frente a esa mujer joven y hermosa los reconocí, y quedé boquiabierta. ¡Por Dios, ese es el príncipe Felipe, está bailando con una chica hermosa y no le importa nada que alguien pueda verlo!”. Era cierto: en treinta años de amistad, fueron fotografiados en carruajes, en motos, caminando por el parque y riendo. Jamás se ocultaron. Ni siquiera de Isabel.
“No creo que la reina realmente haya estado celosa de ellos –escribe Seward en The Sun–, no creo que tuviera un solo rasgo de celos en su espíritu. Ella confiaba en Felipe y quería que estuviera entretenido mientras ella cumplía su promesa de entregar su vida al servicio público. Podrán hacerse muchos comentarios sobre otras ‘amistades’ de Felipe, pero estoy segura de que nada indebido pasó entre él y Penny. […] También estoy segura de que este nuevo giro de la serie le ha causado un estrés y un dolor incalculable a Penny, a sus hijos y a su familia. En muchos sentidos, parece injustificado: ella es la víctima desafortunada de este cuento porque era joven, atractiva y fue fotografiada con Felipe”.
Seward, va más allá y se pregunta: “¿Habría aparecido Penny en la trama si no fuera una mujer tan atractiva? Lo dudo mucho. Personalmente, creo que tenían una relación algo simbiótica. Él era casi como su abuelo, alguien capaz de aconsejarla y asesorarla en los momentos difíciles”. Discreta como la describen, la condesa Mountbatten de Birmania posiblemente se llevará su verdad a la tumba. Como también sostiene la biógrafa del rey, una amistad tan trascendente como la que la unió al marido de Isabel II, difícilmente podría explicarse en un drama de Netflix.